Comparte en tus redes sociales

Por: Juan Francisco Aguilar

VP & DIRECTOR GENERAL

DELL TECHNOLOGIES MÉXICO

“Los mejores maestros son los que te enseñan donde mirar, pero no te dicen lo que has de ver.”

-Alexandra Trefor

Veintidós años. Nunca imaginé que iba a durar tanto trabajando en una misma empresa. Desde aquel 1999 en que arranqué, el tiempo ha pasado rápido, con momentos buenos, difíciles, retadores, desafiantes, pero siempre con una característica en común: el cambio. La industria presenta una innovación acelerada y una dinámica latente en la que no existe más opción que adaptarse si se desea sobrevivir. Es como un partido de fútbol en el que hay que estar anticipando la maniobra del contrincante, correr mucho de la manera más inteligente posible y jugar con la consciencia de que el que no se mueve pierde.

Cuando entré por primera vez a la oficina de Dell, el presidente de México era Ernesto Zedillo. Desde entonces, han pasado cinco mandatarios, tres Papas, cuatro presidentes de Estados Unidos, cinco Copas del Mundo y cinco Juegos Olímpicos. Como parte del equipo de Dell viví el 9/11, las caídas de las bolsas de todo el mundo en 2008, la Primavera Árabe, la primera medalla de oro para México en un deporte de equipos en una olimpíada, la primera misión a Marte y, por supuesto, la pandemia.

He visto empresas que desaparecieron y otras que emergieron. Las transformaciones estuvieron siempre a la orden del día: nuevos modelos de negocios basados en la nube, el concepto de “todo como servicio”, el internet de las cosas, la robótica y la transformación digital, traducida a la realidad en diferentes formas y tendencias.

Soy parte de la generación X, la posterior a la de los baby boomers, marcada por la Guerra Fría, la explosiónn del Challenger, la caída del Muro de Berlín, el Pacman y el Space Invaders del Atari (podía pasarme horas con cada uno de ellos), la confrontación entre Ronald Reagan y Mijail Gorbachov, los autos descapotables, el “Caribe” y “Atlantic” y disponer del mejor walkman posible para escuchar a tu grupo favorito (¡Def Leppard!), el Mundial de Fútbol México 86, los pantalones arremangados con tus Top Siders, la mata (pelo largo) que algunos portamos orgullosos, el arete con una cruz. También la tecnología nos empezó a producir un impacto relevante: fuimos los pioneros en experimentar una computadora personal. Recuerdo lo increíble que fue la primera vez que me senté delante de una: no lo podía creer. Todo funcionaba bajo comandos y no eran capaces de completar ni el uno por ciento de lo que hace cualquier dispositivo actual, pero no dejaba de sorprenderme.

Tuve la fortuna de que mi papá trabajó durante los 80’ y los 90’ en NCR. Eso me permitió estar en constante contacto con lo que luego se convertiría en mi pasión: la tecnología y la innovación. Aquella jornada en que mi Papá llegó a la casa con una NCR-XT, con procesador Intel 8088, 128Kb de memoria, disco duro (que era la novedad) de 4Mb y el infaltable floppy disc de 5 1⁄4 fue inolvidable. Instalamos juegos y nos pusimos a imprimir (tenía una impresora) todo lo que se nos ocurriera. Mi curiosidad por los problemas que se podían resolver con la tecnología, al igual que esos videojuegos, iba subiendo cada vez un nuevo nivel. Hoy conectó los puntos de mi pasado y tengo la certeza de que esas excitantes jornadas de descubrimiento han influido para que posteriormente estudiará ingeniería y siguiera los pasos de mi papá en NCR, empresa en la que trabajé más de ocho años.

A finales del siglo pasado, por una invitación de uno de mis mejores amigos y un gran exjefe de NCR, me incorporé a Dell. Había escuchado sobre ella en un “caso de negocios” que revisamos en la maestría del ITAM. En aquel entonces, la empresa llevaba 15 años en el mercado de TI y en ese breve lapso se había consolidado como el número uno con muchos de los productos que ofrecía y en los segmentos que atacaba. En particular la historia de Michael Dell, que la había creado en el cuarto de su universidad, me inspiró y me cautivó -luego, con el tiempo, me daría cuenta de que toda la organización mantiene el espíritu creativo, innovador y emprendedor de su creador-. Me enfoqué y puse toda mi energía para formar parte de esta empresa y, desde entonces, se ha convertido en mi casa, mi escuela y el umbral de muchas cosas que he logrado hacer durante todos estos años. Los primeros años tuvieron sus dificultades: los primeros días me costó adaptarme y entrar en ritmo. Era como subirse a un tren a toda velocidad. Una gran dinámica, metas ambiciosas y una vara en permanente ascenso que obligan a esforzarte, a alcanzar objetivos que se ven de inicio inalcanzables, a capacitarte y entrenarte sin pausa… alta competencia en el mejor de los sentidos.

Supuse que no aguantaría ni dos años. Pero cuando comprendí perfectamente la propuesta de valor y logré encajar mis habilidades con lo que se requería, me esforcé al máximo. ¡Fueron interminables jornadas de trabajo, en las que había que darlo todo! Nunca había puesto tanto empeño en afinar mis fortalezas y en reconocer mis debilidades, en entender cómo las podía pulir y matizar para evitar que fueran detractores en mi carrera. Me dio hambre de crecer, de alcanzar esos puestos gerenciales y directivos que había soñado desde niño y reforzado a partir de mi ingreso en NCR… En resumen, anhelaba esa experiencia internacional a la que aspira cualquier joven de 30 años. Fui afortunado por haber tenido en Dell el trampolín y la infraestructura necesarios para que los sueños, en mi caso, se convirtieran en realidad.

Luego de mis tres años iniciales como Ejecutivo de Ventas, me dieron la oportunidad de una Gerencia. Estoy seguro de que muchos de ustedes también se han enfrentado al desafío de estar por primera vez al frente de un equipo. ¡Liderar gente! Personas que unos días antes habían sido tus compañeros y que de pronto se vuelven tus dirigidos. ¿Cómo ganarse su respeto desde el nuevo rol? ¿Cómo inspirarlos? ¿Cómo convencerlos de tu producto como líder? ¡Wow! Me costó horas, días, semanas, alinearlos con mi propuesta y con mi estilo de liderazgo. Nuevamente, Dell me dio la posibilidad y las herramientas para que pudiera desarrollarme como líder. Sin embargo, lo más importante -y lo que no muchas empresas ofrecen, mucho menos entonces- fue la oportunidad de fallar, caer y aprender sin que me movieran de puesto o que perdiera mi empleo. Vaya que tuve caídas y momentos difíciles. Pero como en cualquier deporte profesional, recibí el respaldo de mi empresa, que siguió confiando en mí y decidió otorgarme el tiempo suficiente para madurar, crecer y mejorar.

Mi siguiente aspiración fue abrirme a una experiencia internacional. En cada charla que tenía con cualquier persona acerca de mi carrera y en cada conversación que tenía con mis jefes, insistía con esta nueva meta, con este siguiente paso que necesitaba dar. La oportunidad llegó mucho más rápido de lo que esperaba y en un lugar que nunca jamás pensé vivir: ¡Puerto Rico! Desde allí debía manejar toda la región Caribe. Si mis primeros años en Dell habían sido complejos, mis primeros meses en un país extraño, con una cultura diferente, resultaron también enormemente retadores… Para afrontarlos, necesité volver a mis raíces, a las características de mi generación. Logré adentrarme en su diversidad y en su dinámica. Tenía que ocuparme de los negocios en más de 27 países en los que se hablan diferentes idiomas. ¡No podía pretender que se adaptaran a mí! ¡Debía ser al revés! Una vez más, Dell me aportó el soporte para que yo pudiera experimentar y aprender. Definitivamente, si hubo un momento de mi carrera donde desplegué a pleno el poder de la adaptación, fue este.

Regresé a México unos años después para desempeñar otras posiciones de liderazgo. Luego de algunos meses, gracias a un jefe que fue un detonante en mi carrera, me ofrecieron la posición de Director General. No lo podía creer. Mi sueño de la infancia se estaba materializando. La propuesta me llegó en una época en que, con toda la experiencia que había capitalizado, me sentía más que curtido para enfrentarme a cualquier reto que conlleva la posición. Llevo ocho años en este rol y puedo decir… ¡Que he vivido de todo! Nuevos equipos, adquisiciones, integraciones, modificaciones en las dinámicas de negocio, lanzamiento de estrategias… El cambio como constante. He logrado imprimirle todo lo que viví como generación, mis aprendizajes y, lo más importante, mi estilo.

Después de todo, viene la pregunta que muchos me han hecho. “En tu industria, es normal cambiar de empresa con frecuencia… ¿Por qué tú te has mantenido 22 años en la misma?”. Reflexiono y respondo que acaso dejas una empresa para buscar un cambio. Pero, como mencioné, a mí ese cambio me lo ha dado Dell en todo momento, ha sido parte de mi vida en Dell. Muy pocas empresas mantienen de manera continua el espíritu de desafío. Además, Dell me ha permitido desarrollarme como soy. Nunca dejé de ser yo mismo, ni por un instante: con mis creencias, mi backgroud y todo lo que me ha permitido ser lo que soy. Me ha permitido crecer siendo fiel a mis valores.

No me considero un caso particular dentro de Dell: es una empresa noble, comprometida a mejorar la vida de las personas y de las empresas a través de la tecnología, que siembre busca apoyar a sus empleados para que alcancen el máximo de su potencial y que busca nuestro feedback para producir mejoras constantes. Durante la pandemia, quedó aún más evidente todo el apoyo que brinda Dell a su ecosistema. Ya acumulábamos experiencia trabajando desde casa desde mucho antes, así que nos bastó establecer dinámicas de equipo que permitieran la interacción virtual necesaria para que todos nos sintiéramos integrados. Contamos con herramientas adicionales para que la experiencia fuera aún mejor y, lo más importante, se establecieron mecánicas con apoyos especiales en caso de que tuviéramos alguna emergencia. Este esfuerzo se hizo a nivel mundial: se puso a cada colaborador en el primer lugar, por encima de cualquier otra cosa. ¡Es una enorme tranquilidad sentirse parte de una organización que te cuida y te protege!

Estando ya ligeramente arriba del tostón de edad, valoro la importancia de trabajar en un lugar que te ayuda a desatar todo tu potencial, donde te diviertes y se te motiva a dar tu máximo todos los días. La parte económica es importante, es cierto, pero es aún mejor formar parte de un equipo que comparte tus valores, se maneja éticamente en todo momento, que te permite expresarte con libertad cuando estás en desacuerdo y que promueva iniciativas alrededor de la inclusión, la diversidad, el cuidado del planeta, las nuevas generaciones, la conectividad y el respeto, no para embellecer un PowerPoint ni para cumplir métricas, sino como acciones concretas. Nos importa ganar, por supuesto. Pero más nos importa la manera correcta en que ganamos.

Todo esto es lo que me ha mantenido tantos años en Dell. Mi familia ha sido parte de mi extenso viaje dentro de esta gran organización en la cual me siento más que orgulloso de trabajar. ¡Venga, Dell!


Comparte en tus redes sociales