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Por: Armando Ascencio Pérez

DIRECTOR GENERAL CORPORATIVO

GRUPO FRISA

“Vive el presente intensa y plenamente, no dejes que el pasado sea una carga y deja que el futuro sea un incentivo. Cada persona forja su destino.”

Por tercer año consecutivo tengo el gusto de participar en este proyecto que ha creado nuestro amigo Gustav y en verdad, me siento muy contento de que me considere para sumar una colaboración a este gran esfuerzo que, para él, era una “ilusión” y ya hace algunos años es toda una realidad. Una vez más, gracias por la invitación Gustav.

Comenzaré pues con algo muy sencillo, que es recordar las definiciones que nos ofrece el diccionario sobre el significado de esta palabra, ILUSIÓN. 1. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaños de los sentidos. 2. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo. 3. Viva la complacencia de una persona, una cosa, una tarea, etc. 4. Ret. Ironía viva y picante.

Como podemos observar, parecen muy distintas cada una de estas entradas del diccionario y para esta colaboración, utilizaré la segunda, ya que, en mi parecer, lo que nos ilusiona, debe ser algo que tratemos de lograr no porque será algo que nos sugieren la imaginación y los sentidos, sino porque para nosotros, su cumplimiento sea especialmente atractivo, es decir, que su cumplimiento agregue valor a nuestras vidas.

Así las cosas, quisiera aprovechar esta colaboración para escribir sobre dos “ilusiones” que tuve y sigo teniendo en mi vida pese a que, aun habiendo logrado cumplirlas hace ya bastantes años, cada día sigue siendo para mi importantísimo continuar cultivando dichas ilusiones pues sin importar cuanto ya haya vivido de ellas, siempre hay algo más que las mantiene vivas.

La primera de ellas es, sin duda alguna la más importante, la familia. De joven yo pensaba en que quería tener una esposa, dos hijos varones, una casa con jardín y ya de pilón, un perro; sí, a mis 16 años en eso pensaba para mi plan de vida y claro está, no es como receta de cocina y las cosas se compran en el supermercado y listo, ya está; claro que no, para llegar a ello hay un montón de cosas que hacer, comenzando con prepararse uno mismo para poder darle a esa familia que quieres formar la mejor versión de tu persona, los medios para poder vivir y ser motivo de ejemplo para los hijos, si es que Dios te da la oportunidad de tenerlos.

Con esa ilusión en la cabeza como el eje sobre el cual giraría toda mi vida, sí, así lo pensaba desde entonces, comencé con el largo trayecto hacia ese momento en el cual llegaría, si todo se alineaba, a formar la familia que pensaba y en el recorrido hasta ese momento, pasaron momentos buenos, malos, excelentes y peores, todos de los cuales traté de aprender algo y en la medida de lo posible, replicar lo bueno y deshacerme de lo malo, lo que resulta prácticamente imposible pues la perfección en mis creencias sí existe, pero está reservada a Dios, todos los demás somos falibles, simples seres humanos que jamás llegaremos a ella.

Hubo que sobrevivir la preparatoria, esforzarme enormemente para concluir una carrera profesional que me permitiera buscar un trabajo con el cual proveer a la familia que quería tener, hasta tener un fracaso en ese intento y seguir adelante para encontrar a esa persona, Cecilia, que ha sido mi compañera todos estos años y con quien tenemos a nuestros dos hijos, sí, varones, nuestra casa con jardín y una pequeña perrita, es decir, ¡Meta lograda!, conseguí lo que me ilusionaba a los 16 ¿Y después qué? ¿Qué queda después de lograr lo que me ilusionaba?

Pues afortunadamente, la ilusión no es una meta, yo la definiría como un viaje y en ese viaje, llegas a lugares hermosos, pero también a otros no tanto; lo verdaderamente importante y que aún hoy me mantiene ilusionado ya con nuestros hijos Jorge y Armando en sus 29 y 23 años respectivamente y nuestra perrita Milú al final de sus días, es que mañana hay más cosas que compartir, más que aprender y mucho más que dar y recibir como familia, en cada una de las diferentes etapas en las que estamos y vendrán días alegres, tristes y otros muy difíciles, pero siempre con la ilusión de vivirlos juntos y eso es lo que cada día al despertar me mueve para comenzar la jornada con la mejor actitud posible.

Paso ahora al tema profesional. Después de haber recibido la ayuda del señor Don Javier Haro de Alba para tener un trabajo que me ayudara a financiar mi carrera en algo que no tenía que ver con esta, pero que sin duda fue el impulso que necesitaba para cursarla; como pasante y ya como abogado, comencé a trabajar en uno de los despachos más importantes de Propiedad Intelectual no sólo en México, sino en América Latina, Uthoff, Gómez Vega & Uthoff y ahí, como suelo decir, es donde me enseñaron a trabajar como abogado; cuando estaba en mi tercer año en el despacho, se abrió una posibilidad para ir a trabajar a una Notaría del tío de un gran amigo, el Lic. Javier Mazoy Cámara y decidí explorar esa oportunidad, pese a que no tenía ni idea de cómo se manejaba una Notaría, pero qué más da, aprendo rápido pensé y así fue como pasé algunos años en la entonces Notaría 28 del Estado de México, a cargo del Lic. José Luis Mazoy y estando ahí, por intermediación del papá de mi amigo, el Lic. Javier Mazoy Kuri, a quien siempre agradeceré y consideraré como mi mentor, es que llegue a mi tan querida FRISA, a la División de Centros Comerciales en la que estuve desde noviembre de 1993 hasta febrero de 2007, fecha en la cual me asignaron la responsabilidad de dirigir el equipo jurídico de todas las Divisiones; en abril de 2014 en una transición ante el inminente retiro de Don Salvador Río de la Loza, quien fungía como Director General de Servicios Corporativos, me convierto en su adjunto para que, a partir de enero de 2015, ocupará la Dirección General de Servicios Corporativos en FRISA, puesto en el que aún sigo desempeñándome.

Son tres movimientos en poco más de 27 años y muy espaciados entre sí, salvo por el último que era una “antesala” de la responsabilidad final que se me asignaría, ¿Por qué aguantar tanto tiempo en la misma empresa, cuando en diversas ocasiones tuve la oportunidad de crecer en otras empresas? La respuesta es simple, porque nunca he perdido la ilusión de trabajar en esta gran empresa, para esta extraordinaria familia y porque aún hoy, tengo muchísimo que aprender y también algo que aportar para el crecimiento de la organización; los ciclos inmobiliarios son muy largos sin importar en cuál de las Divisiones nos fijemos, ya sean las de negocios de renta en los que tardas entre 6 meses y un año para ubicar el terreno y adquirirlo, entre 18 y 24 meses en construirlo y entre 2 y 3 años en estabilizarlo, lo que suma 5 años, o bien, mucho más cuando se trata de urbanizar, lotificar, vender y cobrar un fraccionamiento, lo que puede tomar 10, 15 o más años así que en términos inmobiliarios las carreras no son de velocidad, son de resistencia, de estrategia, de paciencia, constancia y persistencia, todo lo cual es alimentado por una ilusión de ver las cosas logradas al final del camino y así, en compañía de todos quienes formamos FRISA, comenzando por quien llegó temprano a preparar las oficinas para que estén limpias y ordenadas para nuestra llegada y terminando por sus dueños, TODOS absolutamente TODOS los que trabajamos aquí hemos visto crecer a la empresa, tener momentos muy difíciles como este que estamos aún viviendo por la pandemia y levantarse para seguir creciendo e ilusionando este quien les escribe pues, afortunadamente en mi pensamiento, esto tiene mucho más que ofrecer y eso, sin duda, me ilusiona y me mantiene alerta para seguir creciendo junto con FRISA.

Nunca pierdan la ilusión, es un motor que nos mantiene siempre en marcha y claro, va modificándose en el tiempo según las circunstancias, pero la ilusión es imprescindible para mantenernos motivados y enfocados en lo que es y será nuestra vida, atrévanse a mantener siempre viva la ilusión en sus vidas.


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