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Karla Iberia Sánchez

PERIODISTA DE INVESTIGACIÓN, VICEPRESIDENTA DE NOTICIEROS

GRUPO TELEVISA

Hace años que no escuchaba esta palabra: Constancia

Pinceladas de Líderes Empresariales dedica este número a hablar específicamente a hablar de ella, y me encanta el reto. Pienso en esas expresiones que suenan como a desuso; comienzo a escribir y la melodiosa palabra constancia aparece figurada como mujer en vestido de punto.

Pero, a menudo engaño si en estos tiempos instantáneos, pensamos que la constancia es como uno de esos suéteres viejos que uno guarda en el clóset.

Me motiva escribir sobre una palabra que uso muy poco… y que uso todo el tiempo. Pronunciarlas las trae a la conciencia. Y la vivo tanto como otras amigas polvosas: la tenacidad, la discreción. Lo mío es preguntar. Simplemente.

Éste, Pinceladas de Líderes Empresariales, es un libro para innova- dores y emprendedores: no es un libro de periodismo. Pero el reportero –de Tin Tin a los borrachos locuaces descritos por Chéjov y el propio joven Vargas Llosa-; los reporteros, somos como un tren que tiene varios vagones: humeantes, pesados: en uno viaja la curiosidad; en otro, el ansia vital; en otro, la impaciencia por saber ahora y saber más; en otro, el hambre cultural; en otro, un cuerpo que puede estar mal armado pero siempre es fuerte; en otro, una ligera tendencia a romper las reglas, en otro… una verdadera máquina de vapor que te empuja, aunque no quieras, a una escalada más. Y ninguno de ellos logra mover la carga sin constancia.

Constancia no es repetición.

Constancia no es disciplina.

Constancia no es motivación.

Constancia es probarte nuevas formas de formarte un camino por inhóspito que parezca el horizonte.

Constancia –si pudiera definirlo sin un diccionario a la mano- es intentarlo otra vez, aunque sientas el desmayo.

Es ir una y otra vez, a defender tu punto. Si el punto lo merece.

Es también una forma de disciplina que permite ver con más claridad cuando es justo desistir.

La constancia es una especie de crianza. De entrenamiento. Si uno no la conoce o la incorpora, entonces de poco servirá el monto de energía o de intención puesta en una tarea.

Se necesita constancia también para re-aprender. Para lidiar con ambientes soporíferos. Para lidiar con la no certeza. Para lidiar con ver una imagen profesional en el espejo que no siempre es lo que quieres. Me gusta la palabra stubborn. No creo que sea un simple necio. El stubborn que me gusta es insistente. Es una constante.

La constancia es también una herramienta de supervivencia: es corporativa, personal, sentimental, incluso ética. Es definitivamente crucial cuando los vientos se voltean contra uno mismo. Pero sería egoísta pensar en constancia como una habilidad o una cualidad de personas. Creo que un líder que con aplica constancia en conocer y motivar al equipo y sólo aplica constancia en lograr metas, confunde los términos con carrera.

La constancia tiene un tiempo. No se es constante por estrés o por reto. Se trae en la médula. No se es constante por prisa.

No, no se es constante por prisa. Después de conocer prácticamente cualquier agujero negro en éste país, de denunciar mil baches y escalar -literalmente- cientos de cerros en busca de una persona o un testimonio, puedo decir que por ella, he logrado las aventuras más extraordinarias de mi vida. Que por constancia permanecí en la misma celda que Nelson Mandela tras 500 cartas; que por constancia he permanecido como reportera en una profesión que escupe a quien no la procura; que por constancia encontré un día a una mujer que -por constancia-, abrió su vientre con un cuchillo de la cocina, y sacó vivo a un bebé que creía muerto.

Y por constancia – y porque creí que podría lograrlo-, un día conocí a esa mujer. Se llama Inés. Vive en Río Tola, Oaxaca.


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