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Por: Amelia Mougrabi Salmún

Directora General

AMSALUD

“Aquello que parece trágico, puede convertirse en lo mejor que pueda pasarte. Todo depende de ti, de tu enfoque y de tus ganas de darle la vuelta a algo”

Nací en el seno de una familia judía tradicionalista en la época de los 80 ́s. En este contexto, crecí sabiendo que mi futuro sería casarme joven, tener una familia y si me aferraba lo suficiente quizá podría estudiar una carrera universitaria. Como por arte de magia todo sucedió justo como debía ser. Me casé a los 18 años, tuve mi primera hija a los 19 y por pura casualidad me tocó un padre (médico) que no solo me alentó a estudiar, sino que me exigió una carrera universitaria. Elegí la Licenciatura en nutrición y ciencia de los alimentos en la Universidad Iberoamericana. Me comenzó a apasionar desde las primeras materias. A partir del tercer semestre mi día a día se comenzó a volver algo complejo, ya que con la llegada de Leah (mi hija) a la familia tenía que pararme de cabeza para poder cumplir con todo al mismo tiempo. Fue tanta mi pasión, que no me bastó con estudiar, cuidar una hija y llevar una casa, sino que en cuarto semestre decidí que estaba lista para empezar a trabajar y así, atendí a mi primer paciente. Monté un consultorio en el cuarto que estaba vacío en mi casa, compré una báscula, una computadora y recibí al paciente número 1 que a su vez logró una cadena de pacientes muy importante en muy poco tiempo.

Desafortunadamente después de tener a mi segundo hijo, Mayer, tomé la decisión de dar fin a mi matrimonio. Ese fue el suceso que cambió mi historia. Como casi en cualquier divorcio, pase por momentos muy difíciles, viví constantes momentos de incertidumbre en donde me cuestioné una y otra vez si había tomado la decisión correcta. Tenía 26 años, 2 hijos y después de quedarnos sin casa y acomodarnos en un departamento que por suerte pude comprar a 20 años con un financiamiento, comenzó mi gran aventura. El día que habite por primera vez mi nueva casa abrí mi estado de cuenta y me di cuenta de que después de los gastos que me representó la mudanza, todo lo que tenía eran $3,000. Al mismo tiempo me di cuenta de que me esperaba una larga vida con mis hijos y la buena noticia, que al otro día tenía pacientes por atender. A partir de ese momento en donde la vida me llevó al límite saque mi verdadero yo, a la guerrera, a la rebelde que no coincidía con las costumbres del lugar en el que nació. A aquella persona que se dio cuenta de que tenía voz y voto para tomar decisiones y que a partir de ese momento comenzaría a poner ladrillo por ladrillo hasta construir el edificio con el que soñaba.

Hoy, 13 años después he atendido a más de 10,000 pacientes de primer ingreso, mis hijos tienen 19 y 15 (mi hija está estudiando nutrición), me volví a casar con un increíble hombre que comparte mi filosofía de vida, terminé de pagar mi casa 11 años antes de lo planeado, tengo una clínica de salud y bienestar en un local comercial en donde laboramos 6 nutriólogas capacitadas por mí con mi propia técnica de nutrición y 10 líneas de negocio más, todas orientadas a la belleza y al bienestar (depilación láser, manicura y pedicura, microblading, lifting de pestañas, diseño de ceja, alaciado express, medicina estética, plantillas ortopédicas y una tienda de snacks saludables). Mi próximo proyecto es digitalizar el área de nutrición para poder llegar a miles de personas y no quedarme en el modelo de uno a uno. Pienso que mi técnica es tan buena que quedarme así sería un grave error y más en la época que estamos viviendo.

En definitiva, mi game changer fue mi decisión de divorciarme. Y así, aquello que parece trágico, puede convertirse en lo mejor que pueda pasarte. Todo depende de ti, de tu enfoque y de tus ganas de darle la vuelta a algo. Es por eso que soy fiel creyente de que el problema de la vida no es lo que te toca sino lo que haces con eso. Pienso que, si eso no hubiera sucedido, nunca me hubiera dado cuenta de lo que soy capaz, simplemente hubiera seguido un patrón con una ruta marcada y predispuesta. Y seguramente en algún punto de mi camino hubiera descubierto lo infiel que fui a mi misma, a mis creencias y a mi esencia.

Una vez tuve una plática con una persona que me dijo: ¿y si no te hubieras casado con él? Mi respuesta fue: yo dejo todo en su lugar, no cambió nada y si retraso el tiempo lo hago todo igualito. Porque hoy vivo con plenitud y muy agradecida con la vida por dotarme de capacidades y lo mejor de todo por permitirme darme cuenta de lo que soy capaz, de lo que puedo lograr y de lo que sigue.

Hoy como empresaria me queda un camino muy largo que recorrer, tengo 39 años y un mundo de proyectos para seguir construyendo. Tengo planes de expansión extraordinarios. Solo necesito mantener el enfoque, la disciplina y todo aquello que se requiere para lograrlo. Seguiré estudiando y preparándome para enfrentar los retos del nuevo mundo en el que estamos viviendo.

En realidad, no sé que me depare el futuro, lo único que sí sé es que puedo con eso y más. Así que estoy lista para lo que viene.

Cierro con esta frase de Bob Marley:

“Yo no borro nada en mi vida… Cada cosa,
Cada mínima cosa,
Me hizo lo que soy ahora.

Las cosas buenas me han enseñado a amar la vida. Las cosas malas a saberla vivir”


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