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Por: Daniel Tovar Sánchez

Director General LATAM

ACERTA

“Aun así, yo estaba convencido y dispuesto a fracasar en el intento”

El ser humano tiene la capacidad de responder a las adversidades de una manera sorprendente. Somos capaces de hacer cosas inimaginables cuando nos encontramos ante situaciones que nos ponen a prueba. Una noche cenando con mi esposa en casa, poco después de habernos casado, tragué accidentalmente una espina de un buen tamaño, del pescado que habíamos preparado, con tal mala fortuna, que esta quedó clavada en mi garganta, en el sentido de viaje de los alimentos. Notaba perfectamente su presencia, y por más que bebía o tragaba, intentando que los alimentos la arrastraran, no se movía. Comencé a ponerme nervioso. Siempre tuve predisposición a las náuseas. Desde pequeño, con solo méteme un jersey o abrocharme la camisa, era motivo suficiente para provocarlas. Imaginaros cuando comencé a intentar introducir los dedos en mi boca con la intención de alcanzar la espina. Náuseas y más náuseas. Aun así, poco a poco, era capaz de llegar más lejos con mis dedos, dentro de la boca. Al cabo de un buen rato, tenía los dedos dentro de la garganta, y era capaz de tocar la espina, y en un rato más, fui capaz de extraerla. No creo poder repetir esta hazaña, si no es en circunstancias similares.

«Para salir de la zona de confort, no siempre es necesario dar un cambio radical. Si es algo que nos da miedo, ir poco a poco nos hará coger confianza y que cada vez nos atrevamos a llegar un poquito más lejos. Sin prisa, pero sin pausa.»

«Salir de la zona de confort supone hacer cosas que nos resultan difíciles y que incluso nos den miedo. Pero es allí donde descubriremos todo el potencial que llevamos dentro»

«La gran mayoría de las veces solo salimos de nuestra zona de confort si algo o alguien nos empuja a ello»

En el año 2008 la compañía en la que trabajaba desde 2002 me hizo la propuesta de hacerme cargo de la expansión de la misma en México. Yo siempre había desempeñado mi vida profesional en España, y no tenía ninguna experiencia previa ni en el campo del desarrollo de negocio ni mucho menos, en el ámbito internacional. Siempre me consideré un “cazador “de retos, y este, superaba todas mis expectativas. Seguramente la emoción que sentí no me dejó meditar sobre los problemas. Fui directo a planteárselo a mi esposa. Creo que a ella tampoco le costó demasiado tomar la decisión y nos lanzamos a la aventura, a pesar de que nuestra situación familiar no era sencilla, con dos bebés de uno y dos años.

Un mes después estábamos en Ciudad de México, organizando nuestro traslado. Creo que fue en ese viaje, lleno de emociones y miedos, cuando comenzamos a medir la magnitud del reto y comenzaron a aflorar todos nuestros temores. En lo particular a mí, no me dejaban dormir. Adaptarse a una nueva forma de vivir y trabajar me tenían muy inquieto.

Días antes de nuestro traslado definitivo a Ciudad de México, al final del verano de 2008, me era imposible dormir. Mi cabeza estallaba en la noche. Lleno de temores.

Recuerdo nuestro desembarque en México dentro de una nebulosa. Creo que mi esposa y yo no fuimos capaces de hablar lo suficiente el uno con el otro de cómo no sentíamos. Intentamos navegar lo más firme que fuimos capaces. Recuerdo a mi esposa con algunos momentos de emoción y muchos más de silencio y apatía, con algunos síntomas cercanos a la depresión. Pero el tiempo lo cura todo, y poco a poco le fuimos tomando el pulso a la nueva situación. Después de las primeras dos o tres semanas en México, todo se fue encaminando hacia una nueva normalidad (que frase tan de moda en estos días ¿no?) y nuestra vida comenzó a fluir de nuevo. La parte logística quedó suficientemente resuelta, mi familia estabilizada, y pude comenzar a reinventar mi labor profesional. Puffff que difícil. Pasé de no tener tiempo en el trabajo a no saber qué hacer con mi tiempo.

El 15 de septiembre de 2008 Lehman Brothers se declara en quiebra, pistoletazo de salida de la crisis financiera global. El peso mexicano sufrió un descalabro tras años de estabilidad cambiaria. México y el mundo entero se tambalean.

Los retos se acumulaban. A los que ya arrastraba se sumó un entorno global con un deterioro financiero sin precedentes. Aun así, yo estaba convencido y dispuesto a fracasar en el intento. Fueron meses de muchas llamadas, eventos, nuevos amigos y una inusitada mezcla de entusiasmo y frustración. Pero con la esperanza que todo debía mejorar…jajaj… Fue duro aprender que cuando uno piensa que has tocado fondo, aún queda margen para hundirte un poco más. En el 2009 escuché por primera vez la palabra Pandemia, provocada por el virus de la influencia, que paralizó por un mes a México y dejó estragos a lo largo del 2009 en la industria del Turismo.

A los pocos meses del inicio de mi aventura contraté el primer proyecto en México. Y empecé a presentar numerosas ofertas. Esto generó una gran confianza en mí mismo y en la labor que estaba desempeñando. Lo que generó de mi parte un cierto aislamiento por lo que estaba aconteciendo en el entorno económico de Estados Unidos, Europa y especialmente de España. Pero según avanzaba el año 2009, las consecuencias de la crisis financiera y bursátil se hicieron palpables, y en el verano, mi empresa me comunicó que no era posible continuar con la inversión para desarrollar negocio en México. Y nos invitaron a regresar a Madrid. Fue un jarro de agua fría para mi esposa y para mí. Habíamos traspasado muchas barreras, especialmente personales en los últimos meses, y no llegar a saber de qué hubiéramos sido capaces, nos dejó desconcertados, e incluso me atrevería a decir, que tristes. Por otro lado, la compañía y el mercado español en general estaba pasando por momentos muy complicados, y por tanto, el futuro en España era incierto. Aun así, le pusimos fecha a nuestro regreso y comenzamos los preparativos para ello.

Mi esposa y yo no paramos de darle vueltas a la situación, y la verdad, nos inquietaba mucho nuestro regreso a España. Veíamos en México una oportunidad, con una situación económica aparentemente menos deteriorada que la de España, de la que solo escuchábamos malas noticias. Y sin pensarlo demasiado, decidimos utilizar nuestros ahorros para permanecer todo el tiempo que fuéramos capaces, en México. Y continuar con lo que comenzamos un año atrás. Recuerdo esa decisión como uno de los hitos de mi vida. Y uno feliz, además. Pero acompañado de muchos temores también, los mismos que un año atrás, pero sumando al de estar en una “bomba de tiempo” (¿me siento o no me siento?). Habíamos iniciado el temporizador, y fracasar suponía regresar a España en cualquier caso, si dinero en la cartera. (en la casilla de salida y sin cobrar). Desde luego, estábamos lejos de nuestra zona de confort. No solo en lo profesional, sino también en lo personal, ya que nos impusimos restricciones y nos obligamos a forzar situaciones en pro de nuestra supervivencia.

A mi empresa le propuse continuar desarrollando negocio bajo su marca, asumiendo yo todo el riesgo, bajo un acuerdo de participación del capital, con base al valor futuro del negocio en México. Y continué intentando dar lo mejor de mí. Aunque recuerdo ese tiempo como difícil, también me recuerdo a mí mismo lleno de una gran energía y convicción. Sin duda, sacamos lo mejor de nosotros mismos ante las adversidades. Y sin duda valoro la decisión de quedarme en México para continuar con la labor para la que llegué, como una de las más trascendentes de mi vida. 12 años después sigo en México, trabajando en la misma compañía. He conseguido desarrollar más de 50 proyectos en México y abrir una oficina en Bogotá, donde sumamos más de 20 proyectos. No alcancé todo lo que había “soñado”, pero sigo en el camino para intentar acercarme. Los ciclos regresan, los retos no cesan, las adversidades no desaparecen, el éxito es demasiado efímero, nunca eres lo suficientemente bueno, y al menos para mí, esa sensación de que las cosas no van del todo bien, me mantiene en el camino de la superación. ¡Qué grandes momentos se viven en la crisis!


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