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Por: Claudia S. Corichi García

Titular de la Unidad de Enlace Legislativo y Relaciones Institucionales

AUDITORÍA SUPERIOR DE LA FEDERACIÓN

“Ellos pueden empezar el show, pero está en ti y en tu pequeño “ negocio “cerrar con broche de oro” y hacerte notar entre este mundo de tiburones.”

El liderazgo se define como “el proceso que consiste en incidir y apoyar a los demás para que lo sigan y se muestren con disposición para hacer todo aquello que sea necesario”; es la “influencia interpersonal ejercida en una situación, dirigida a través del proceso de comunicación humana a la consecución de uno o diversos objetivos específicos”; y es “el proceso de influir en otros para facilitar el logro de objetivos pertinentes para la organización”.

Comparto plenamente que una característica de una persona líder es la capacidad de fijarse objetivos, la energía para esforzarse en alcanzarlos y la determinación propia para impulsar a sus colaboradores o a quienes conforman sus equipos para integrarse en el mismo propósito; es decir, cualquier persona puede adquirir, fortalecer y desarrollar habilidades propias y, aunque algunas de estas no estén determinadas desde que nacemos, siempre hay características que tenemos y forman parte de nuestra personalidad y otras que podemos potenciar.

Ahora bien, en el contexto de crisis sanitaria que estamos viviendo a nivel internacional, en la que las formas tradicionales de convivencia han cambiado a partir de una alta incorporación de la tecnología en la vida cotidiana y un número creciente de pérdidas humanas cercanas a nuestro en- torno personal, se hace cada vez más imprescindible en las diversas esferas públicas y privadas, contar con liderazgos más humanos, capaces de generar y transmitir emociones, coincidencias, lealtades basadas en ideas, causas, en el anhelo de crear mejores condiciones de vida y en un crecimiento co- lectivo, donde la máxima sea la unión y no la división. Lo que no implica que se deba coincidir en todo, ya que la heterogeneidad hace la riqueza, sino en la generación de sinergias para el logro de uno o varios objetivos. No obstante, cuando visualizamos o imaginamos a los liderazgos tradicionalmente reconocidos, solemos personificar en la figura de hombres que nunca tienen miedo y que controlan sus sentimientos, porque culturalmente se les ha enseña- do a evitar las señales de debilidad. En momentos de cambio, es muy relevante empezar a construir las nuevas masculinidades, mismas que deberían proyectarse y permear en los espacios públicos y privados de dirección para construir liderazgos más sensibles, más humanos y también más legítimos, reconocidos y ad- mirados, como podría ser el caso del primer ministro canadiense, Justin Trudeau. En contraparte, los liderazgos fuertes, firmes y duros de las mujeres, son menos comunes y aceptados, por construcciones sociales preconcebidas. Y desafortunadamente, los liderazgos sensibles y cercanos no siempre son apreciados por las y los propios colaboradores, ya que pueden entenderse como señales de debilidad. Por ello, encontrar un estilo propio y una armonía que dé resultados, que los haga eficientes y competitivos y, que también permita construir equipos y personas líderes mucho más conectados a una clara sensibilidad humana, es un enorme reto.

En general, en una sociedad como la nuestra, aún existen dificultades para el reconocimiento de mujeres líderes, capaces, exitosas, valientes, emprende- doras, con objetivos claros y definidos que hayan ido destacando en todos los ámbitos de la vida, incluidas las esferas económica, social, política, tecnológica y cultural, tanto en ambientes públicos como privados de nuestro país. Por ello, es importante, impulsar, capacitar, empoderar y consolidar los liderazgos femeninos que han demostrado el impacto positivo en la productividad, innovación, legitimidad y capacidad de respuesta en las instituciones.

Otro aspecto que es indispensable señalar como limitante estructural de la participación de las mujeres es el tema de los cuidados, ya que mientras el trabajo doméstico no remunerado y el cuidado de las personas dependientes siga recayendo casi exclusivamente en las mujeres, será muy difícil alcanzar una mayor presencia en los puestos de alto desempeño público y de nivel directivo.

De acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Uso del Tiempo (ENUT) 2019 del Instituto Nacional de Estadística y Geografía Instituto Nacional de Estadís- tica y Geografía (INEGI), deja claro que 5 de cada 10 horas contribuyen a la economía del país sin que medie pago alguno por ello, que un 67% del tiempo total de trabajo a la semana de las mujeres es un trabajo no remunerado4. No solo eso, sino que las mujeres, trabajamos 6.2 horas más a la semana que los hombres. Una tarea pendiente es repartir las labores domésticas y demandar políticas públicas que reconozcan valores y coadyuven en este trabajo.

Asimismo, para alcanzar la igualdad sustantiva y pretender que haya una participación plena y efectiva de las mujeres en empresas e instituciones pú- blicas en posiciones de liderazgo es necesario tomar en cuenta su diversidad y las condiciones específicas en las que se encuentran. Esto es importante en especial para los grupos sociales que han sido excluidos tradicionalmente de la toma de decisiones y de la incidencia en las agendas públicas.

En un estudio reciente, el Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) estimó que para 2030, el Producto Interno Bruto (PIB) podría ser 15% mayor que el PIB de 2020 si el gobierno y el sector privado implementan acciones para sumar a 8.2 millones de mujeres a la economía en los próximos 10 años. De acuerdo con el Informe Women in Business 2021 de Salles Saint Grant Thorn- ton, integrante de una de las organizaciones líderes en el mundo de firmas de contabilidad y consultoría con propiedad y administración independiente, se informa que 9 de cada 10 empresas en todo el mundo tienen al menos una mujer en sus equipos directivos superiores, evolución significativa, ya que, en 2017, sólo el 66% de las empresas tenían una líder femenina y en el 83% de los países encuestados registraron una proporción de mujeres líderes por encima del punto de inflexión del 30%. Esta evolución es producto del trabajo de las empresas en sus políticas de diversidad e inclusión.

En este mismo Informe se señala que se ha mejorado significativamente la proporción de mujeres en la alta dirección, por ejemplo, en América Latina se pasó de 20% en 2017 a 36% en 2021, África del 29% a 39%, la Unión Europea pasó del 26% a 34%, América del Norte avanzó al 33% en los puestos directivos ocupados por mujeres que inciden directamente en un mejor desempeño financiero, aprovechar el talento, reflejar las perspectivas del mercado y del cliente, y aumentar la innovación.

A pesar de una mayor participación de las mujeres en los puestos de toma de decisiones públicos, la igualdad está lejos de alcanzarse: las mujeres detentan cerca del 21% de los cargos ministeriales a escala mundial, únicamente tres países tienen un 50% o más de mujeres en el parlamento, y 22 países están dirigidos por una mujer. Al ritmo de progreso actual, lograr la igualdad de género entre jefas y jefes de gobierno tardará otros 130 años, hasta 2150.

También es cierto, que la capacitación es fundamental, ya que nadie nace sabiendo, es fundamental la decisión de prepararnos y superarnos permanentemente. En mi caso, tomé la decisión y el reto de capacitarme acorde a los retos que se han dado. Mi paso por el Senado de la República estuvo lleno de desafíos y áreas de oportunidad para mi desarrollo personal, político y legislativo por mi juventud y género, pero sin duda, la claridad en los objetivos y sueños trazados me llevaron a incursionar en espacios que tradicionalmente habían sido asignados exclusivamente a los hombres. Ahí, participé en la Secretaría de la Mesa Directiva durante tres años y después, me desempeñé como presiden- ta de la Comisión de Recursos Hidráulicos, participe en impulsar que el agua fuera un derecho humano. Junto con entrañables legisladoras empujamos la reforma para elevar la cuota de género de 30 a 40% en el Congreso y presenté una iniciativa de rechazo a las candidaturas de simulación para resolver lo que la opinión pública llamó “Las Juanitas”.

En el caso de la Diputación Federal o en la consultoría, estas experiencias fueron gratificantes; me especialicé en temas de revisión de la Cuenta Pública y en la protección de las mujeres logrando visibilizar las grandes violaciones a sus derechos humanos. Asimismo, al tener la dicha de ser madre, me sensibilicé en temas de parto y posparto, promoviendo la lactancia como la primera vacuna para la niñez.

Actualmente, me desempeño como Titular de la Unidad de Enlace Legislativo y Relaciones Institucionales y ocupó el primer espacio para una mujer en la alta dirección de la Auditoría Superior de la Federación (ASF). También presido, tanto el Comité de Igualdad de Género como el Comité Editorial de esta prestigiosa institución, lo cual representa un reto permanente.

A lo largo del tiempo, he constatado que la interacción con el equipo, en particular el liderazgo, están basados en un trabajo constante, metas o causas claras, persistencia, un equipo capaz, en el que confías, se identifica y compro- mete contigo, es fundamental para poder continuar con éxitos.

No es otra cosa menor lo que sucede, en los espacios laborales de nuestro país, pasamos en promedio más de 40 horas a la semana, lo que significa la cifra más alta de las economías de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE)7 . Dado que, el tiempo que destinamos a diario en nuestras jornadas laborales es tan significativo, este debería desarrollarse en un ambiente en el que el reconocimiento al mérito y al logro individual también debería ser una práctica cotidiana; sabernos y sentirnos que somos parte de un equipo en el que se nos trata con respeto, con inclusión y en el que podemos proyectar nuestras habilidades, conocimientos y destrezas en armonía. Ello asegurará el mejor desarrollo profesional y humano de cada parte integrante del equipo y hace más natural y satisfactorio el logro de las metas.

Lo dijo mejor Rosalynn Carter, ex Primera Dama de los Estados Unidos…“Un buen líder lleva a las personas a donde quieren ir. Un gran líder las lleva a donde no necesariamente quieren ir, pero deben de estar”.


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