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Por: Ivonne Ortega Pacheco

Coordinadora Nacional para el Empoderamiento Ciudadano

Ex gobernadora de Yucatán

MOVIMIENTO CIUDADANO

“Que sea nuestro esfuerzo, talento y dedicación lo que marque nuestro destino en la vida, y no dónde ni cómo nos tocó nacer.”

La gran mayoría de las personas, en particular las mexicanas y los mexicanos, tenemos en común el corazón para echarle ganas a las actividades a las que nos dedicamos y la claridad de saber a dónde queremos llegar. Sin embargo, en ocasiones hace falta darnos cuenta del gran valor de nuestro esfuerzo y talento para llegar a nuestras metas y convertirnos en triunfadores.

Esta certeza despierta en nuestro interior el ánimo de avanzar, de no de- jarnos vencer por las adversidades y de persistir en el intento por lograr los objetivos que nos proponemos y muy a menudo el despertar llega a nosotros precisamente en momentos de disyuntiva o de precariedad, que es justo cuan- do el ser humano toma decisiones que marcarán su vida.

Este despertar consciente llegó a mí a temprana edad, cuando decidí tomar mi destino en mis manos y afrontar lo que viniera a base de trabajo y de voluntad.

Nací en Dzemul, un pequeño pueblo de Yucatán, donde mis papás, mis her- manas, mis abuelos y yo, vivíamos en un entorno familiar en el que tal vez no abundaba el dinero, pero nunca hacía falta el apoyo mutuo para salir adelante.

La fortaleza de mi padre, la nobleza de mi madre y los consejos de mis abuelos, me ayudaron a forjar un carácter que casi nada ni nadie ha logrado doblar durante toda mi vida, ni aquellas situaciones que podían haber puesto en juego mi futuro.

¡Cuánta sabiduría brotaba de la voz de mi abuelo Álvaro! Le escuchaba aten- ta en cada actividad cotidiana, pero en particular cuando me sentaba con él en su viejo sillón. Ahí, desgranaba anécdotas, dichos y razonamientos sencillos, pero efectivos que siguen siendo un faro en mi vida.

Todo transcurría tranquilamente, cursé la primaria en mi pueblo y para estu- diar la secundaria tenía que trasladarme en camión a Motul, porque ahí estaba la escuela de ese nivel más cercana, unos 30 kilómetros de camino que hacía entre bromas y plática con mis compañeros y con los vecinos que iban a traba- jar o a comerciar.

Tenía 12 años. Un día, mis papás me dieron una terrible noticia: la situación económica de la familia era mala, la pequeña granja de mi padre quebró y había que hacer economías, tiempo de decisiones difíciles; tuve que dejar de estudiar porque literalmente no teníamos dinero para cubrir los pasajes del camión.

Fue en ese momento, al ver a mi papá abatido y a mi mamá tan triste, que algo en mi interior me dijo que no debía dejarme vencer, haría lo necesario no solo para salir adelante sino para ayudar a mi familia.

No me dejé vencer.

Mi abuelo tenía una tienda de abarrotes, y de él aprendí que los sueños se construyen día a día. Al dejar la escuela, decidí convertirme en empresaria por- cícola y gracias a su ejemplo, entendí el significado de la disciplina: ahorrando 10 pesos diariamente, logré construir mi propia granja.

Después, conseguí mi mi propio local en el mercado, donde vendía la carne que producía mi granja. Al mismo tiempo, incursione en la venta de cosméticos para ir solventando gastos. Era tanto mi esfuerzo y dedicación a la granja y a los pequeños negocios, que mis amigas y amigos bromeaban conmigo y me decían: “Mac Pato, deja de trabajar tanto, ven a jugar”, pero la mayoría de las veces preferí el trabajo.

Pasaron los años, y me convertí en la cabeza de la familia con toda la respon- sabilidad que esto conlleva, alternando los negocios con la participación en los asuntos de la comunidad, porque como locataria del mercado también empecé a fijarme en las cosas que hacía y que no hacía la autoridad.

Los usuarios del mercado teníamos un problema: un drenaje roto que pasa- ba justo en frente.

Estaba consciente del problema y que alguien debía hacer algo para solu- cionarlo; fueron varios los presidentes municipales que pasaron y que no hi- cieron nada por arreglar el drenaje. Por eso decidí actuar, y el primer paso fue postularme para ser la presidenta municipal de Dzemul.

Tenía 24 años de edad, y fue una tarea compleja. No había entonces le- yes de paridad ni criterios de igualdad de género, tuve que romper inercias machistas, convencer con argumentos a mis vecinas y vecinos, pero a final de cuentas gané el proceso interno partidista y luego también gané la elección constitucional en una votación en la que participó casi todo el pueblo. Cuando asumí el cargo ya había cumplido 25 y lo primero que hice, claro, fue arreglar el famoso drenaje.

Jovencita, primera presidenta municipal en la historia de mi pueblo, gestio- né y conseguí la instalación de un Colegio de Bachilleres, la Casa de la Cultura, construimos calles y apoyamos varias actividades empresariales y de negocios. Al mismo tiempo, en lo personal, concluí mi secundaria en el sistema abierto.

Me gané la confianza de los ciudadanos y esto me motivó a lanzarme como candidata a diputada local. Me sentía comprometida por el apoyo que la gente me estaba dando, pero también es preciso decir que no me sentía preparada para hacer leyes teniendo como mi mejor preparación el conocimiento de los problemas de los ciudadanos, por lo que decidí continuar mis estudios ingre- sando a la preparatoria, también en el sistema abierto.

Mi gestión fue marcada por la llegada del huracán Isidoro al estado; tanto la ciudadanía como el gobierno, trabajamos juntos para levantar muros y abrir brechas para hacer llegar los apoyos; entonces entendí que cuando todos nos unimos, no existe esfuerzo pequeño.

Más tarde, fui elegida diputada federal siendo la primera mujer en llegar al cargo en el distrito por el que me postulé.

En 2006, contendí para ser Senadora por mi estado y perdí la elección; sin embargo, logré llegar al puesto por primera minoría. De la derrota aprendí que ésta es una oportunidad para reinventarse y poder seguir adelante.

Ese mismo año, tomé la decisión de buscar la gubernatura de Yucatán. Para hacerlo, me enfrenté a muchos obstáculos, uno de ellos fue mi peso. Yo pesaba 116.600 kg y bajé 44 kilos en nueve meses aprendiendo a comer correctamente y con una rutina de ejercicio. Lo hice por un tema de congruencia, pero, sobre todo, por salud, pues mi estado era el primer lugar en obesidad infantil y para luchar contra ella debía empezar predicando con el ejemplo.

El combate al sobrepeso es una batalla permanente. Hasta la fecha sigo mi rutina de ejercicio diario y conservo mi disciplina al comer, y con agrado he comprobado, en mis recorridos por el país, que hay personas que me han conocido por las redes sociales y decidieron también bajar de peso al ver mi esfuerzo, Eso es gratificante.

Después de arrancar 23 puntos abajo en las encuestas, alcancé el triunfo desde la oposición con 7.46 puntos de ventaja, siendo la primera Gobernadora electa de Yucatán. Esa campaña me enseñó que cuando todo está en tu contra, cuando nadie apuesta por tu proyecto, cuando la meta parece más lejana, es momento de apretar el paso, de confiar en tu instinto y en ti mismo, y de traba- jar más duro por alcanzar tus sueños.

Una ciudadana al inicio de mi gestión me dio una lección de vida cuando se acercó a mí, y me dejó una nota que decía: “Bonny, no le des al que más pide, sino al que más lo necesita”, y esa fue la guía que dirigió la política social de mi gobierno.

Gracias a ella entendí que los mejores asesores son los ciudadanos, porque ellos viven y ven los problemas, por lo que implementamos un gobierno bajo tres principales ejes: Ser, Saber y Tener. Con Ser, buscamos garantizarles a los yucatecos un desarrollo humano digno; con Saber, darles las herramientas para desarrollar su talento; y el tercero, producto de los dos primeros, implica que la persona sea capaz de alcanzar el éxito y cumplir con sus objetivos aprovechan- do las oportunidades que el gobierno le da y su talento.

Cuando llegué al gobierno, el crimen organizado me recibió con amenazas que se convirtieron en acciones al aparecer cuerpos decapitados en el estado. Con el gabinete de seguridad, evaluamos la situación y encontramos lo que estaba sucediendo: la policía tenía equipo obsoleto y sueldos bajísimos; me encargué de dignificar su profesión dándoles acceso a becas, viviendas, capacitación y equipo de primera.

Con mano firme y uniendo esfuerzos, hicimos de Yucatán el estado más seguro del país por cinco años consecutivos y uno de los mejores lugares para vivir e invertir en México. Por primera vez, logramos reunir a funcionarios del gobierno estatal, Defensa Nacional, Marina, gobierno federal y municipal, para intercambiar información y así poder diseñar una estrategia que pudiera combatir eficientemente la inseguridad y el crimen organizado sin poner en peligro a la ciudadanía. Cuando quieres lo que tienes, no permitas que nadie te lo venga a robar.

También como Gobernadora, decidí seguir con mi educación, pues en la primera oportunidad que tuve, terminé mis estudios universitarios en Derecho.

Una vez terminada mi gestión, fui nombrada Secretaria General del PRI Nacional. Desde mi posición, impulsé proyectos políticos que fortalecen la igual- dad de oportunidades tanto para hombres como para mujeres y me sumé al impulso de la paridad de género en la Constitución y las leyes, lo que hoy ha permitido que los partidos postulen al mismo número de candidatas y candidatos en municipios y legislaturas estatales y federales.

En 2017, me opuse a las políticas del gobierno federal emanado del partido al que pertenecía, particularmente en lo relativo a los gasolinazos. Renuncié al cargo de diputada federal, convoque y organice una campaña nacional en contra del aumento a las gasolinas y al diésel y presenté una iniciativa ciudadana respaldada por más de 404 mil personas para bajar a la mitad el impuesto especial IEPS a los combustibles. No fue aprobada, y fue un punto de inflexión porque empecé a ser incómoda al gobierno y al propio partido, del cual finalmente me separé en el 2019.

En el camino estudié una maestría en políticas públicas comparadas por la FLACSO, y empecé el doctorado en Ciencias Políticas, de la Administración y Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid. En mi oficina tengo un muro con mis diplomas académicos, y los que más me emocionan son precisamente los que obtuve en el modo abierto: secundaria y preparatoria, porque demuestran que supere la adversidad de esos días, y me convertí en la mujer que soy.

Hoy soy la orgullosa mamá de un niño que es mi vida, Álvaro Humberto, a quien llamé así por mi padre y mi abuelo. Luchó por los derechos de las mujeres y de todas las minorías, porque sé exactamente lo que se sufre cuando no hay piso parejo y no hay igualdad de oportunidades.

Soy consciente de que no siempre se puede hacer todo, pero pongo el alma y el corazón en cada batalla por la igualdad de oportunidades, ya que he comprobado que no hay puntos perdidos, cada logro es importante así sea pequeño, porque para muchos es la diferencia entre poder o no conseguir sus metas.

Me di un año para reflexionar sobre lo que haría en adelante cuando recibo la invitación del senador Dante Delgado Rannauro para integrarme a Movimiento Ciudadano, y después de valorar bien las condiciones sociopolíticas de nuestro país, acepté.

Sumarme a un proyecto de oposición no es fácil. Es una tarea en la que se construye, como dice Dante, desde la adversidad. Algunos amigos me cuestionaron porque después de ser gobernadora y dirigente nacional de un partido en el poder, iniciar casi de cero se ve difícil, pero como he demostrado con hechos, me gustan los retos y sé que nada es imposible.

Hoy hago mi mejor esfuerzo para lograr piso parejo para que todos, en igualdad de condiciones, sean capaces de alcanzar sus metas, basados en su esfuerzo, sus méritos y su talento, no en favores o influyentismo. Las y los ciudadanos podemos lograrlo, si tomamos conciencia de lo que requiere nuestro país.

Y aquí viene lo que he aprendido a lo largo de años de batallar, casi siempre desde la adversidad, por alcanzar mis metas: no siempre depende de una misma, de uno mismo, que las condiciones sean parejas en el sector donde nos desempeñamos, pero siempre podemos encontrar una oportunidad.

Depende de cada quién aprovechar esa oportunidad en favor del crecimiento personal, de nuestras comunidades y de nuestro país. Si explotamos nuestro talento y capacidades, podremos tener un mejor México.

Solo trabajando en conjunto, y haciendo cada quien su parte, podremos construir un país en el que lo más importante sea el esfuerzo, el talento y la dedicación lo que marque nuestro destino en la vida, y no dónde ni cómo nos tocó nacer.


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