Por: Lorena Martínez Ramírez
Directora General
CONSULMERK
“Mi carácter y mi pasión por tener mi propia empresa me hicieron entender que la libertad es cara.”
Cuando estaba en la universidad tenía mucho miedo de concluir la carrera, me asaltaban las dudas y no tenía idea de cómo arrancar. A veces soñaba con trabajar como ejecutiva en una gran empresa, otras, en ser emprendedora y tener mi propio negocio.
Como en muchas áreas de la vida, la oportunidad para iniciar en mi primer trabajo fue una casualidad muy afortunada. Estudiaba el cuarto semestre de la carrera y mi maestro de publicidad me ofreció el empleo de mis sueños: trabajar en la radio. Los maestros que tuve ahí marcaron mi trayectoria profesional, aprendí sobre el funcionamiento de los medios masivos, la producción y también me relacioné con todas las agencias y ejecutivos de la industria en mi ciudad.
Cuando tenía mi trabajo estable, buenos ingresos y estaba ya en un trabajo cómodo y seguro, decidí emprender una nueva aventura, tener mi propia empresa. Renuncié, y sin tener dinero ni activos dejé lo que tenía seguro y conformé mi primera agencia de publicidad.
Los primeros años fueron difíciles, éramos cuatro socias y a veces los gastos fijos eran muy altos, los dos primeros años no obtuvimos ganancias, fuimos aprendiendo a prueba y error, el reto era resistir.
Lo que me hubiera encantado saber cuando inicié, fue que nada sería como me imaginaba, pensé que sería sencillo tener un espacio en el que haría las cosas que me gustaban, la publicidad, las relaciones públicas y los clientes. De pronto, empecé a entender que la administración, la contabilidad y las finanzas, serían factores fundamentales para el éxito o el fracaso, aunque eran áreas que conocía, no me gustaban y me costó mucho trabajo dar seguimiento.
En la universidad nadie me dijo que necesitaría una gran dosis de fortaleza mental, que enfrentaría grandes desafíos y muchas dificultades que ni siquiera habría imaginado, pero las ganas de salir adelante y la pasión de poder trabajar en lo que me gusta, me dieron la energía para vivir un día a la vez, de sortear las adversidades. Nadie consigue el éxito de la noche a la mañana, los negocios son proyectos de largo plazo, tener objetivos claros y seguir la ruta, es parte del éxito.
Cuando inicié, mi pasión por la comunicación y la mercadotecnia era tan grande, que di por hecho que todos los profesionistas estarían igual de motivados que yo. Fui conociendo personas muy valiosas, otras que me hicieron aprender todo lo que no quería ser, pero en ese camino comprendí que la construcción de un equipo de trabajo es una de las tareas más importantes y difíciles a la que nos enfrentamos cuando emprendemos. Muchos días quería tirar la toalla, estaba cansada y pensaba en lo fácil que sería si fuera una alta ejecutiva en una gran empresa, únicamente me preocuparía por hacer mi trabajo que tanto amaba y cobraría mi sueldo, sin preocuparme de nada más.
En esos días, cuando dudaba, mi carácter y mi pasión por tener mi propia empresa me hicieron entender que la libertad es cara, que administrar mi tiempo, ser mi propia jefa, tendría un costo, y ese era construir un equipo, ir al frente, resistir en la adversidad y nunca rendirme.
Otra de las cosas fundamentales que aprendí fue que mis clientes lo eran todo, cuando inicié pensaba mucho más en lo que yo quería ofrecer, con el tiempo comprendí que se trata de ellos, de sus necesidades, de hacerlos felices, de resolverles problemas y de entablar una relación no solo económica sino de confianza.
Han pasado 20 años y aquí sigo. Haciendo una retrospectiva, puedo decir que, a pesar de las adversidades, las dudas, los sacrificios, he tenido grandes satisfacciones. El costo ha sido alto, en ocasiones perdí tiempo valioso con mis amigos y familiares, trabajé muchas horas sin descanso y creo que eso podría haberlo hecho distinto administrando mejor mi tiempo. Las empresas son como un maratón, son carreras de resistencia.
Hoy soy una persona muy distinta a la que inició aquella primera empresa, no solamente por los años que han pasado, sino por cómo me he tenido que reinventar, que reacomodar en una realidad que cada día es más cambiante, que nos obliga a ser resilientes, a adaptarnos, pero sobre todo a entender que la vida es eso, un flujo diario de nuevas circunstancias, oportunidades y retos, que nada está escrito, que lo que te sirve hoy, tal vez mañana sea un obstáculo, que los productos estrella mañana no tienen mercado y que solo sobrevivirán los empresarios y empresas que lo comprendan.