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Por: Alberto Dana Missrie

Director General

CONCEPTO TALLER DE ARQUITECTURA

“La vida es una preparación para el futuro; y la mejor preparación para el futuro es vivir como si no hubiera ninguno.”


– Albert Einstein

Dicen por ahí que no existe una fórmula secreta para lograr el éxito.

Cuando terminé la carrera de Arquitectura, era ese recién egresado que, como todos, tenía muchas ganas de iniciar mi propio camino. Tenía la certeza de contar con las herramientas para aventurarme al mundo emprendedor.

1.Por un lado, contaba con los mejores socios, que poco a poco no solo se han convertido en cómplices profesionales, sino en mis cómplices de vida.

2.Por otro lado, tenía talento. Desde que tengo uso de razón, me encanta diseñar y analizar espacios. La arquitectura no solo ha sido mi foco profesional, sino también mi foco recreativo, desde niño mis juegos favoritos eran los Lego o el Jenga para construir edificios, hasta jugaba en Paint a dibujar planos arquitectónicos.

3.Finalmente, tenía mi gran motivador. Esas ganas de convertirme en el mejor arquitecto, y de llegar a ser reconocido. Era importante pensar qué nos diferenciaremos no solo por nuestro diseño y trato al cliente, sino porque entregaremos toda una experiencia a nuestros clientes.

Estos tres elementos me dieron mucha seguridad, misma que agradezco, porque me han hecho creer que cualquier objetivo es alcanzable. Pensar que ya lo tenía todo resuelto me hizo enfocarme en ese lugar del futuro donde yo ya me veía exitoso y me gustaba pensar que los demás también verían lo mismo.

Arrancamos con lo que nos dieran, empezamos amueblando el departamento de una prima. Era importante para mí mostrar que “dominábamos absolutamente todo”, porque eso nos daría una imagen fuerte y con ello se correría la voz. Hoy admito que proyectábamos tener más conocimiento de lo que realmente teníamos, es decir, nos faltaba experiencia, entender bien el tema de materiales o incluso de cómo resolver imprevistos estando en obra. Suena evidente ahora, pero es que solo con los años y el día a día, es que realmente vas aprendiendo.

Con los proyectos que llegaban, yo quería demostrar la excelente elección que habían hecho de confiar en nosotros. Como cabeza del taller de diseño, dejé toda mi dedicación en cada uno de mis proyectos. Además de entregar propuestas con valor, quería que siempre se demostrara la pasión y facilidad que tenemos para transformar espacios.

Por eso también, me dediqué mucho a enriquecer la imagen del despacho y nuestra imagen como líderes profesionales. Hemos tenido éxitos reconocidos, pero también muchos que no recibieron el reconocimiento que yo esperaba. Esto ha sido una gran lección de crecimiento para mí, ya que como todo arquitecto tenía un ego hambriento de destacar. Y si bien, ganar menciones públicas nos ha dado una buena reputación, me doy cuenta de que es tan solo un complemento. Nuestro trabajo refleja la capacidad que tenemos de resolver las necesidades de los clientes siempre buscando la armonía entre la forma y la función.

En cada etapa de crecimiento del despacho, he buscado cerrar buenos negocios. He dado la cara cuando las cosas no han salido como planeadas. Mi capacidad de empatía me ha ayudado a generar confianza con clientes nuevos y forjarlos incluso en relaciones personales, mismas con las que afortunadamente sigo haciendo proyectos. Gracias a esto, he logrado sorprenderme a mí mismo con diferentes habilidades que voy descubriendo y desarrollando en el camino.

Con mucha dedicación, el despacho hoy ya es reconocido, no solamente por temas de interiorismo y diseño, sino que nos expandimos al desarrollo inmobiliario. Esto nos ha llevado a ser premiados tanto nacional como internacionalmente. ¿Quién diría? Pero hoy valoro, incluso por encima de los premios, a esa gran familia que hoy es Concepto. Todo lo que compone nuestro día a día: las visitas de obra, las discusiones de diseño, ver crecer y hacer justicia a un equipo que aporta ideas nuevas en cada proyecto. Hoy aprecio todas las oportunidades de aprendizaje y crecimiento propio que se me presentan al ver al equipo en acción.

Con los años, cuestioné lo que el reconocimiento realmente significa para mí. La necesidad por llenar mi ego dejó de ser tan importante como lo es mi deseo de cumplir y llenar las expectativas de aquellos que confían en mi trabajo. Entiendo ahora que mi rol como líder, no se vale por ganar premios y salir en revistas, sino que se enfoca en concentrarse en el día a día y en hacer mi trabajo.

Así que, ¿qué me hubiera gustado decirme a mí mismo cuando empecé?

Me diría que con los años me he encontrado, y que toda esa presión que me puse por alcanzar el éxito no es necesaria. De nada sirve estar “pensando en el futuro” tiempo completo si te olvidas de vivir en el presente. El éxito llega con el trabajo constante.

Hoy lo valioso de mi carrera se manifiesta en una profunda gratitud y admiración a un equipo que demuestra sus ganas y potencial en cada proyecto y a un par de socios con los que comparto victorias y aprendizajes.

También me agradezco, y reconozco mi esfuerzo y compromiso. Si bien, no rechazo una felicitación por mis diseños, ya no le doy el control sobre mí a esos reflectores, ya no pido esa validación de la prensa o fuentes externas. Ese aplauso ahora me lo doy yo cada vez que logro entender a un cliente y lo ayudó haciendo de su sueño, una realidad.

Me hubiera gustado que me dijeran que no hay libro o guía para el éxito, sino que este se compone de los momentos que se comparten en equipo donde a veces hay duda, claridad, sorpresa, ingenio, miedo, coraje y alegría. Estos hay que vivirlos en el presente y no dejarlos escapar por andar imaginando el futuro, ya que son lo mejor de todo el viaje.

Me siento más libre ahora, dejé de estar encapsulado en los caprichos de las expectativas del ego que tenía cuando inicié. Hoy me atrevo a experimentar habilidades nuevas, a emprender negocios en los cuales no soy experto. Ahora me sé capaz de reinventarme. Mientras escribo esto, más curiosidad el saber en quién me transformaré en los próximos años.


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