Por: Ferenz Feher
CEO
FEHER CONSULTING
“Habla con honestidad. Piensa con sinceridad. Actúa con integridad.”
– Anónimo.
Si buscas en Google trends las palabras “México corrupto” y la comparas con “México honesto” verás que hay en promedio, más búsquedas de la primera: por cada 12 búsquedas de México honesto hay 16 de México corrupto. ¿Con qué ojos nos vemos?; ¿Por qué tenemos que ser conocidos y reconocidos como deshonestos?
Los actos de corrupción en México nos cuestan. Y mucho.
El Banco Mundial estima que este fenómeno representa 9% del PIB del país, mientras que el INEGI, a través de su Encuesta Nacional de Calidad e Impacto Gubernamental y su Encuesta Nacional de Calidad Regulatoria e Impacto Gubernamental en Empresas 2016, ha tratado de hacer una cuantificación del costo de este problema.
El Instituto clasifica el costo de la corrupción en dos grandes rubros: directo e indirecto. El primero -explica- “se refiere al dinero que los ciudadanos y las empresas deben destinar a pagos de sobornos o para la entrega de regalos o favores que les son solicitados por los servidores públicos o intermediarios para agilizar, aprobar o evitar trámites, pagos, solicitudes o inspecciones; mientras que el indirecto puede ser pagado con dinero o en dádivas o “premios” como puede ser disminución de impuestos, desigualdad en la distribución de los recursos, etc.
En el reporte, el INEGI1 descubrió el impacto económico de la corrupción; el cual fue más repetido en las personas que en las empresas, pero el costo del soborno por agente fue superior en estas últimas, que en las personas. Definiendo un monto de $6,419 pesos para la población y de $1,612 para las unidades económicas; también señaló que el costo promedio de un acto de corrupción le costaba $2,799 pesos a cada adulto que había sufrido un acto de este tipo y más de $12,000 por empresa víctima de un acto de esta índole.
Durante mis tiempos como universitario, emprendí un negocio de reparación de aparatos eléctricos; mi padre era dueño de un local de piezas y circuitos electrónicos en el Centro de la Ciudad de México, a donde acudían los reparadores de televisiones, radios, etc. Mi trabajo era relativamente sencillo: Tenía que entrar a las casas de los familiares o los amigos de mis padres a recoger los aparatos que estaban averiados. Los mandaba a reparar con un técnico, las refacciones me las vendía mi papá, y los devolvía sin mayores contratiempos.
Mi padre sabía que era un buen negocio, pero yo aún no veía con claridad el verdadero objetivo, con la sabiduría que tenía, me dijo que en realidad no era importante la acción de ir por él televisor, arreglarlo y devolverlo. “La ganancia del negocio no es la reparación, es la confianza y la honestidad que mostramos a los clientes. De otra manera, dime… ¿Cómo es que te dejan entrar a sus casas?”.
Desde ahí supe que el objetivo de cualquier negocio es la venta del producto o servicio que se comercialice, claro. Pero sea cual sea, tiene que basarse en esas dos columnas: la honestidad y la confianza.
La honestidad es un término que en México tiene un sabor agridulce. Por un lado, queremos ser los mejores ciudadanos, pero por otro, no queremos que nos multen por circular con nuestro auto en vías o en carriles no permitidos. Nos enojamos cuando públicamente se descubren actos de corrupción en el gobierno, pero queremos encontrar las formas para pagar menos impuestos. Somos enemigos de los que consiguieron su puesto en el trabajo que sea, por ser hijo o primo del dueño, pero al mismo tiempo, ponemos el pie a quien tiene ideas disruptivas e intentamos a toda cosa, ponerle en evidencia cuando se equivoca. ¿Te suena alguno de estos casos?
En 2015, uno de los últimos reportes sobre corrupción indicaba que el 89% de los mexicanos respondían que las prácticas de corrupción en su entidad son muy frecuentes o frecuentes. En el documento México: Anatomía de la Corrupción, afirmaba, además que, si bien esta percepción varía, no había un estado de la República mexicana con una buena calificación. De hecho, en ese tiempo, se afirmaba que la Ciudad de México era la entidad visiblemente más corrupta (95.1%) y la que menos se percibía como tal era Querétaro (73.3%). Aun así, el que la mayoría de la población vea o perciba el problema de la corrupción, habla pésimo de nosotros como país.
En ese análisis, uno de los últimos lanzados por el Instituto Mexicano de la Competitividad A.C. se notan las bases de lo que hoy seguimos tristemente cosechando; ya que también hemos descendido en el Índice de Capacidad para Combatir la Corrupción 2021, que realiza la International American Society/ Council of the Americas y que mide la suficiencia de las naciones para prevenir, investigar y sancionar los actos de esta índole.
En este ranking mundial, realizado anualmente en 15 países, en 2020 nos ubicaron en el lugar 8. Hoy, estamos en el número 11. Debajo de países como República Dominicana, Panamá, Ecuador y Colombia. Y no solo eso. Siguen destapándose más y más casos de corrupción que amenazan con bajar aún más en el ranking.
Con estos estudios y resultados, es fácil dejar de tener fe en las personas. E incluso, es demasiado complejo el educarnos a las y los mexicanos a no ser “tranzas”. Pero ¿cómo resolver el problema de raíz, en un país en donde diariamente lanzan titulares como “El presidente ha mentido más de 56 mil veces en sus comunicados de prensa”?
¿Cómo acabar con la corrupción?
La espiral es interminable. Sin meternos a hablar de política o de cualquier institución pública, podríamos empezar nosotros mismos como empleadores y dueños de negocios. Empresarios cuya escala de valores tenga implícita la honestidad en cada acción y en cada uno de nuestros movimientos.
He aquí algunas ideas para llevar a cabo en nuestras empresas:
- Hablar con la verdad. Por muy complicada o dura que sea, es mejor decir la verdad y ser honestos ante cualquier coyuntura.
- Analizar los pros y los contras en cualquier circunstancia, antes de prometer algo a los trabajadores. Darles largas o expectativas irreales son vicios que deben ser erradicados.
- Definir estrategias de crecimiento tomando en cuenta al talento humano. Crecer en paralelo (empresa-colaborador) siempre será el mejor camino.
- Mantener relaciones transparentes en todos los niveles de la organización ayudarán a definir y crear mejores equipos de trabajo, con una distribución de tareas equitativa.
- Respetar tiempos, decir y hacer lo correcto en todo momento, en cualquier circunstancia.
De la misma manera, así como los empleadores debemos trabajar en ser mejores líderes, tenemos que rodearnos del mejor talento, con una escala de valores extraordinaria, que refleje la honestidad en los siguientes rubros:
- Deben cuidar la información confidencial de la empresa.
- Dejar de lado la simulación de actividades y el cumplimiento de objetivos a medias.
- Hablar bien de la empresa en todo momento, en todo lugar.
- No utilizar los recursos de la empresa para un beneficio personal. • Aceptar los errores cometidos.
- Cumplir los códigos de ética y conducta de la empresa.
- Ser leal a la empresa y los principios que esta representa
Estamos saliendo de una pandemia. Las empresas, los colaboradores y los líderes hemos salido más fuertes de este gran trance. Perdimos vidas, personal, empleos, rutinas, locales, negocios, empresas, inversiones… Empezamos una nueva era. La nueva economía pospandemia.
Debemos regresar a nuestros pasos. Creer en la gente. Demostrar confianza antes de exigir confianza. Solo así podremos superarnos como personas y entonces sí podremos hablar de cambiar al país. Está en nosotros el definir nuevas líneas de trabajo, de estrategias que incluyan la honestidad como uno de los ejes principales. Es momento de crear una nueva economía, en donde seamos justos, valientes, ordenados, creativos e innovadores. Donde veamos unos por otros, en donde la división de ideologías se mantenga lejos y la unión y compromiso mutuo para hacer mejores empresas sea la idea central de los líderes empresariales. Tenemos que organizarnos, divertirnos, amar lo que hacemos, elegir a las personas que comparten nuestra ideología y crecer porque no crecer es decrecer.