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Por: Eduardo Gutiérrez Gómez

Presidente y Director General

IBM DE MÉXICO

“El liderazgo no puede generarse en un vacío emocional; ya que el pensamiento y el sentimiento son parte de la ecuación”

El brote mundial de COVID-19 nos ha recordado que el cambio es una constante, que los planes cambian y que las expectativas no siempre se cumplen. Las crisis que afectan a personas, equipos u organizaciones exigen un liderazgo que desarrolle la resiliencia frente a la incertidumbre. En tales situaciones, siempre existe la expectativa de que ‘algo tiene que hacerse’ y quién se espera que lo haga es ‘el líder’. Estamos en un contexto que requiere de una nueva generación de líderes que tengan clara su filosofía de vida, sus principios y valores, que se aferren a ellos y vivan con congruencia. Estamos en un momento donde necesitamos del liderazgo resiliente.

La resiliencia es la base de un buen liderazgo. Los líderes de hoy operan bajo una complejidad y un ritmo que exige habilidades personales e interpersonales avanzadas. Se necesita de líderes que tengan la capacidad de hacer cambios, usar la creatividad para resolver problemas y conectarse de manera efectiva con los demás.

La palabra resiliencia proviene del latín resilio; se utiliza para referirse a la capacidad de recuperarse después de haber pasado por circunstancias que provocaron cambios severos. La resiliencia es la capacidad de resistir, adaptarse a las condiciones cambiantes y recuperarse positivamente de las conmociones y el estrés. Algunos elementos que fomentan la resiliencia y la adaptación en lo individual son la confianza que alguien más deposita en una persona, el sentido de pertenencia y la identificación con el propósito.

La resiliencia es ahora más importante que nunca, con la pandemia de COVID-19 que somete a los líderes a una presión sin precedentes. En la cultura popular y la conversación cotidiana, la resiliencia a menudo se enmarca como un rasgo de carácter individual en el que algunas personas son más capaces de afrontar y recuperarse de la adversidad que otras. La necesidad de resiliencia nunca ha sido mayor y para muchos ser resiliente puede parecer una exigencia imposible.

Un líder resiliente se adapta al cambio y capitaliza las oportunidades. Se recupera rápidamente de los reveses, encuentra soluciones creativas e inspira a otros a tener una visión de su trabajo y organización. Y quizás lo más esencial, tiene respuestas fluidas que abordan los desafíos potenciales. En mi opinión un líder resiliente se distingue por su capacidad de alinear la visión y el propósito. Así mismo, es capaz de mantenerse fiel a su visión y mantener la confianza.Sin líderes resilientes que guíen a su equipo hacia una nueva postura, las organizaciones pueden encontrarse atrapadas para enfrentar la adversidad. Cuando una organización carece de este tipo de liderazgo, hay consecuencias como: pérdida de crecimiento, empleados no comprometidos, y productividad e innovación limitadas.

Por el contrario, las organizaciones con líderes resilientes se adaptan y brindan una visión de lo que puede hacerse y construyen una plataforma para lograrlo. No solo ven desafíos; ven una oportunidad, y este tipo de liderazgo es fundamental.Pero ¿Cómo puede un líder equilibrar y mantener una visión común y una alineación de equipo en torno a un propósito compartido y al mismo tiempo adaptarse a las circunstancias? La respuesta no es sencilla.

Con el caos alrededor, es tentador enfrentar la urgencia sin detenernos a reflexionar. Cuando las situaciones son volátiles, impredecibles y complejas, estamos tan absortos en resolverlas que podemos pasar por alto pequeños indicadores de que la situación ha cambiado. Especialmente, cuando las situaciones evolucionan rápidamente, es fundamental interrumpir el impulso y crear oportunidades para potenciar los cambios. En medio de la incertidumbre, los líderes requerirán un número aún mayor de seguidores, que deben ser motivados mediante la generación de confianza.

En mi experiencia personal, la confianza favorece y posibilita que las personas asuman riesgos y colaboren para alcanzar objetivos. Sin confianza, las personas se frenan. Con confianza, sus dudas se disipan y la información fluye libremente. Las personas tratan abiertamente las posibilidades, contribuyen con sus ideas y ayudan a los demás.

Las personas que no pueden manejar la incertidumbre tienen menos probabilidades de estar motivadas en el trabajo y más probabilidades de sentirse abrumadas. Y es por ello, que debemos construir lazos que sostengan a nuestros equipos de trabajo. La resiliencia debe comprender la totalidad de las personas. En palabras del profesor Kohlrieser: “No es suficiente hablarle al cerebro, también necesitamos hablarle al corazón”.

Un alto compromiso en los equipos requiere pasión. También requiere que las personas tengan la confianza de expresar sus sentimientos y que los líderes sean capaces de expresar empatía. Por tanto, el liderazgo no puede generarse en un vacío emocional; ya que el pensamiento y el sentimiento son parte de la ecuación.

Uno de los pilares de la resiliencia es la capacidad para formar vínculos y lazos con los demás. Los lazos personales fuertes nos dan la confianza para tomar riesgos y apuntar a metas ambiciosas. También son vitales para apoyarnos mientras nos recuperamos del fracaso y la decepción. Las relaciones basadas en la confianza son nuestras “bases seguras”. Forman una red de personas con las que sabemos que podemos contar, tanto en nuestra vida personal como en el trabajo. Es por ello, que cuando el propósito individual y el de la organización se unen, la posibilidad de encontrar soluciones se incrementa de manera importante.

Cultivar una mentalidad positiva es una de las claves de la resiliencia. A pesar de la tendencia innata de nuestro cerebro a identificar amenazas, podemos elegir conscientemente fortalecer ciertos patrones de pensamiento sobre otros. Es como si tuviéramos una linterna en la mente que pudiéramos utilizar de diferentes maneras. Nuestra tendencia natural es usar esta linterna para buscar peligro y dolor. Sin embargo, podemos usar nuestra mente para enfocarnos.

Adoptar una mentalidad positiva no significa ignorar nuestros sentimientos de dolor. Debemos permitirnos llorar por lo que hemos perdido: colegas, amigos, proyectos, sueños. Comprender la pérdida y el fracaso también es fundamental para el proceso de recuperación. Los contratiempos son inevitables en la vida y debemos aprender a acoger las lecciones que nos brindan. Extraer significado de la adversidad nos permite seguir adelante.

En este contexto, la pregunta no es cómo evitar la dificultad y el estrés, eso es casi imposible de hacer. Más bien, la pregunta es: ¿cómo lo afrontamos? En mi opinión hay tres pasos claves: comprender la diferencia entre urgencia e importancia; equilibrar la comodidad con la contención; y encontrar nuevas formas de energizarse a sí mismo y a los demás.

Estas son algunas de las características más importantes que he observado en líderes altamente resilientes que han superado las crisis con éxito:

Están convencidos de que tienen control sobre lo que sucede y asumen la responsabilidad de las consecuencias.

Permanecen tranquilos incluso en situaciones muy estresantes y no responden emocionalmente a los eventos a medida que ocurren.

Confían en sus habilidades. Durante períodos de adversidad o cuando las circunstancias cambian drásticamente, se muestran seguros en que podrán re- solver las cosas para mantenerse a sí mismos y a sus organizaciones.

Si hay un hilo común entre estas características, es que la resiliencia implica aprender de una manera acelerada. Se trata de dar sentido rápidamente a lo que está sucediendo y desarrollar una respuesta efectiva, para luego hacerlo una y otra vez a medida que las situaciones cambian.

En palabras de Alvin Toffler:”La incapacidad de hablar con precisión y certeza sobre el futuro no es excusa para el silencio… es más importante ser imaginativo y perspicaz que tener la razón al cien por ciento”.

Reconozcamos que tenemos una oportunidad única de aprender de los eventos actuales para mejorar la resiliencia en el futuro. Necesitamos que los futuros líderes tengan la capacidad de guiarnos en momentos de profunda incertidumbre y tomen decisiones críticas mientras demuestran su propia resiliencia. Y al mismo tiempo ayuden a sus colaboradores a construir su resiliencia.


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