Por: Jaime Mejía Cerdio
Socio Director y Fundador
AGUACHILE
“Soy fiel creyente de que los sucesos que componen nuestra existencia no están regidos por la casualidad, sino por la causalidad.”
Para Mariano y Luca
Este es, sin lugar a dudas, el artículo que más me ha costado escribir en mi vida.
El 10 de marzo de 2021, recibí por email la invitación a participar en este libro por cuarta ocasión. Cada vez que debo decidir el tema sobre el que escribiré, recurro a las ediciones anteriores y me sorprende notar una evolución en mis textos. Sí, sé que acabo de sonar tan fantoche como aquellos que hablan extasiados de “el proceso histórico y la transformación evolutiva de su propio arte”. Pero NO. Mi comentario es más simplista y común que eso: Me refiero a que en esos escritos, esta vez logré percibir el notable y cruento paso del tiempo en mis anécdotas descritas y en mis frases de chavorruco que pretenden generar conexión con un target que ni siquiera sé si me lee. Pero más allá de eso, confieso que me avergoncé un poco cuando reparé que en mis artículos previos existía ciertos toques de soberbia, pues me había dedicado a hablar de logros victimizados, de éxitos disfrazados de derrotas. Como si aludir a esa retórica, me eximiera de la falsa modestia.
Determinado, asumí que esta ocasión no podría seguir poniéndome al tú por tú con 99 colosales empresarios que todos los días toman decisiones estratégicas acerca de las metas y el control de sus empresas. Así que ese día, frente a mi laptop, elegí el tema y respondí el mail escribiendo algo más o menos así: “Mi querido Gustav Juul, gracias por la invitación. Mi escrito será bajo el tema de `Legado ́ y te haré llegar el mismo en 8 días”. Pulsé el botón de send y orgulloso cerré mi computadora. Como si hablar de “mi legado” fuera a redimir los pecados de mis artículos anteriores.
¿Legado de qué? ¿Qué he hecho yo a mis 38 años que pueda enseñar a otros? ¿Qué es aquella cosa inmaterial que puedo dejar en testamento para transmitirse de generación en generación? ¿Por qué habría de escribir sobre algo que ni siquiera he logrado?
Me queda claro, por supuesto, que todos los temas sugeridos en este libro pretenden ser abordados desde un enfoque empresarial. Pero debo ser completamente honesto: Por lo menos yo, como director y productor audiovisual considero que no he alcanzado el punto exacto donde haya hecho ALGO en mi industria digno de dejar como herencia. Es justo por eso, que decidí emprender un discurso desde el plano personal. Finalmente a eso me dedico, a contar historias un tanto ensalsadas con desenlaces inesperados. Como dicen por ahí: Si ya me conocen, pa ́ qué me invitan.
Después de ese correo, pasaron 8 días sin que lograra enviar mi escrito. Después 10, 20, 30, mientras trataba de encontrar la iluminación exacta. Una epifanía que por arte de magia me revelara cuál sería mi aportación a la humanidad.
Pero basta de palabrerías y vayamos al grano: Estimado lector, soy fiel creyente de que los sucesos que componen nuestra existencia no están regidos por la casualidad, sino por la causalidad: 30 días después de haber elegido hablar sobre mi legado, me enteré de que sería papá por primera vez en mi vida. ¿Quieren remate de cabeza? Dos hermosos gemelos sin herencia genética alguna de por medio que lo justificara. Fue algo así como una “clonación natural”, de la que resultan dos seres prácticamente idénticos en estructura celular. Casi, casi, milagroso.
La musa inspiradora había llegado. Tenía el pretexto perfecto y no pensaba desaprovecharlo: Escribiría sobre el legado a mis hijos. Una herencia de esfuerzo, trabajo, creencias, experiencias de vida, buena educación y valores bien cimentados impulsada por mis padres.
Pero, cada vez que intentaba sentarme a escribir sobre ello, resultaba imposible ordenar mis ideas. Fuimos advertidos que un embarazo como el nuestro, sería complicado. Y estoy seguro de que cuando lo escuchamos, no lo dimensionamos en su momento. Debe bastarles cuando les digo que para Stefania y para mí, ha resultado sin lugar a dudas, la batalla más difícil de nuestras vidas. Ella, siendo un roble siempre. Digna de mi admiración rebasada por mi amor incondicional. Valiente, inteligente, hermosa, osada, entregada, amorosa y con un corazón tan grande que estoy seguro de que más de una vez, desde el vientre, los bebitos han logrado acariciarlo.
Mientras el embarazo avanzaba, el quinto mes recibimos una noticia que nos noqueó: Nuestros gemelos tenían TTTS, un síndrome propio de una gestación gemelar como la nuestra, donde – en palabras más o menos coloquiales – un gemelo compartía sangre a su hermano a través de una comunicación arteriovenosa. Los dos estaban sufriendo y su vida corría peligro seriamente. Con el diagnóstico, el silencio reinó en el consultorio de nuestra doctora. Después de habernos logrado reponer de lo que podría describir como un batazo certero en la cabeza, la decisión fue inmediata: Stefania sería intervenida de emergencia en una cirugía de avances tecnológicos sin precedentes, misma que hasta el día de hoy me resulta imposible de concebir.
El síndrome avanzaba por días, y de tan solo pensar en el sufrimiento de nuestros bebitos nos estrujaba el corazón. Llamadas, opiniones, viajes y discusiones sucedieron previo a la operación.
Ese día, cuando recibí a Stefania en la habitación, ella estaba aún aturdida. La ingresaron en la camilla mientras volteaba a verme. Con la mirada aún perdida por la anestesia, volteó y me dijo algo que no se me olvidará en toda mi vida: “Mis bebés son invencibles”.
Hoy es 25 de agosto, llevo 156 días tratando de escribir este artículo, pero lo tengo más claro que nunca. ¿Hablarles yo a mis hijos del legado que voy a dejarles? ¡Vaya acto de egoísmo el mío después de lo que ellos me han enseñado a mí!
Mariano, Luca: El legado es de ustedes. Para mí, para su mami, para los médicos, para la humanidad entera.
Todavía no nacen y su vida ya ha sido una verdadera aventura. Al día de hoy no saben cómo se llaman, no saben que sus abuelas mueren de ganas por abrazarlos, que papá y mamá ven sus fotos tratando de adivinar a quién se parecen, vaya, ni siquiera son del todo conscientes de que existen, y aun así, todos los días le demuestran al mundo que no se necesita de conciencia o razonamiento lógico para querer vivir.
Los pronósticos han sido complicados, y aun así, no ha existido un médico, UNO SOLO, que no reconozca sus increíbles ganas de llegar al mundo.
USTEDES son los que aún sin haber nacido, ya están dejando un impresionante legado.
Miden hoy 36 centímetros y ya me han enseñado de temple, de valor, de agallas. Me han enseñado a no claudicar por más oscuro que sea el panorama. Me han enseñado que cuando se cambian horas de sueño por oración, se obtienen recompensas. Que el universo te escucha cuando hincado, imploras algo con todas tus fuerzas. Que el amor te hace valiente. Que si buscas bien, la esperanza la encuentras por debajo de las piedras más pesadas. Que lo que jode al mundo entero es esa mierda que nos creemos nosotros mismos sobre el hecho de que no podremos lograrlo. Que el miedo es superable. Que en la lucha no hay tregua. Que rendirse está prohibido. Que cuando se ama como ustedes lo hacen, se está dispuesto a dar la vida por el otro. Que mis superhéroes favoritos tienen hoy 5 meses de vida.
Queridos lectores, me disculpo si este escrito derivó en algo alejado a lo que se pretende leer de parte de un líder empresarial, pero entenderán que la mamá de mis hijos tenía razón y yo quería gritarlo al mundo.
Mariano, Luca: Son ustedes invencibles. Y ese es su legado.