Por: Gustavo Alfonso Bolio Gómez
Director Corporativo de Recursos Humanos & TI
GRUPO BRISAS
“Cuando los valores organizacionales se convierten en principios, la empresa tiene la seguridad que su integridad es sólida y congruente.”
Aunque suena extraño, la fe juega un rol muy importante en las organizaciones pues el contexto de la misma nos traslada a la confianza que las partes tienen por el éxito que la empresa pueda tener en su faena de generar rentabilidad y al mismo tiempo ser congruente con su cultura organizacional basada en objetivos de negocio, visión de largo plazo y una serie de valores que le permitan alinear su filosofía de comportamiento con los diferentes miembros que la ejecutan y le dan vida en la acción día a día.
El antecedente de la palabra fe puede tener una connotación religiosa pues siempre la asociamos con Dios o la religión, pero en el ámbito empresarial su alcance es superior al propósito de la misma palabra, pues permite que exista una sinergia entre la expectativa de la efectividad de la organización y la de la persona que basa su mejora y existencia en la misma para su beneficio personal y familiar. Entonces, desde esa perspectiva, la fe es la creencia, confianza o asentimiento de un grupo, una empresa o una persona en relación con algo o alguien y, como tal, se manifiesta por encima de la necesidad de poseer evidencias que demuestren la verdad de aquello en lo que se cree. En su origen, la palabra proviene del latín “fides”, que significa lealtad – fidelidad.
Aquí vale la pena plantearnos la siguiente pregunta:
¿En qué creo y qué tan congruente soy con lo que creo sobre la empresa?
Las creencias religiosas construyen un mundo mejor, no solo en el sentido de hacer más ética la empresa, sino en hacerla más productiva. Sin entrar en la virtud teologal ni su poder de don para creer en algo, como fe se denomina la credibilidad que se ha otorgado a algo o alguien debido a la autoridad, fama o reputación de quien lo afirma. En una primera aseveración de este artículo puedo decir que la fe SÍ importa y en la empresa se puede convertir en un punto de inflexión para dar a la religión y a la cultura organizacional que mueve desde los valores y principios de la misma, una atención similar a la que se le da a la confianza, la integridad y la lealtad.
Al volver a pensar en la pregunta planteada y mi respuesta como colaborador de una organización, mi primera reacción es la CONFIANZA y confirmó que Yo tengo confianza en algo, pero para que eso suceda debo actuar en reciprocidad y llevar a cabo acciones concretas que me permitan alcanzar mi aspiración y cumplir mi expectativa.
Entonces, ¿en qué tengo confianza?
Al ser parte de una organización en la que he decidido participar y aportar mis conocimientos para contribuir a su éxito, confío que la empresa se ha preparado en todas sus áreas administrativas y planeación estratégica para integrarme en su plan de negocio y contribuir específicamente desde mi puesto al cumplimiento de la misión y visión; confío en que la cultura de recursos humanos ha tomado en consideración la dignidad de la persona y está construida para que la misma encuentre un espacio en el que pueda desarrollar todo su potencial y establecer relaciones interpersonales que le permitan trabajar en equipo y generar prosperidad para su familia. Es más, confío en que esta cultura de esperar algo, nos mueve como organización para generar bienestar, utilidad y ofrecer a la sociedad un mejor lugar para trabajar, ético y consistente que genera orgullo y sentido de pertenencia e influye en mi persona para llevar este mismo compromiso a mi casa, a mi familia y a mi sociedad.
Entonces, ¿cómo actúo en reciprocidad para llevar a cabo acciones concretas que me permitan alcanzar mi aspiración? La respuesta está en que esas acciones concretas tienen que ver con la lealtad y la fidelidad que se definen en la misma palabra de FE.
Para las partes, las acciones concretas se basan en la buena fe como la convicción de una actuación correcta de la otra parte y se concreta en la lealtad de los tratos y en la fidelidad a la palabra dada. Es básicamente la certeza de honestidad y de que ninguna de las partes buscará engañar o dañar intencionalmente. El creer que algo va a suceder, aunque de momento no se ve, nos lleva a la perseverancia para alcanzar objetivos de largo plazo. Aquí es donde finalmente la fe se convierte en una palabra poderosa para la organización; perseverar y concentrar fuerzas y energías para lograr algo permiten que la persona se automotive y coloque su esperanza en una recompensa que se ha idealizado y que se puede concretar en el tiempo ofreciendo recompensas inmediatas y satisfacción final.
Cuando la empresa está comprometida con su personal, con su propósito superior y su plan estratégico de negocios, la fidelidad de las personas, basada en la fe y la confianza, ayudan a que la empresa se transforme y le dé sentido de vida a todos mediante la creación de una cultura de cuidado de la persona alineando la estrategia de la empresa y su cultura organizacional para tener un impacto directo. Este impacto se da en la persona, su familia y su entorno, y permiten que en el ideal que se aspira alcanzar, se pueda construir un negocio y un mundo mejor, no solo en el sentido de hacer más ética la empresa, sino en hacerla más productiva y dotarla de mejores prácticas para el crecimiento de sus empleados y de su entorno.
La reflexión final puede ser que la confianza en la organización y todo lo que ello representa, no solo nos da fuerza y convicción para trabajar y desempeñar con perfección una tarea, sino también nos da directriz en cómo nos gobernamos nosotros mismos, nuestros procesos, nuestros proyectos, nuestra familia y nuestro entorno. La fe siempre ha influido en las creencias y toma de decisiones de los directivos y propietarios de empresas, y ha impactado en la ética empresarial de las compañías. Vale la pena preguntarle a nuestra gente en qué cree y qué lo mueve dentro del negocio, y lo motiva para concretar su misión personal y de familia.