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Por: Mariana Quiroga Nieto
FUNDADORA Y CEO
LA OTILIA

El diccionario nos dice que la resiliencia es la capacidad humana de asumir con flexibilidad situaciones límite y sobreponerse a ellas. Y sí, pero para mí es más que eso: es una oportunidad de crecer en otros ámbitos a los que lo venías haciendo y de tomar un nuevo camino aun con el viaje ya avanzado. Para mí, resiliencia es la capacidad de estirar las fronteras del dolor cuando las cosas se ponen feas y, aun esperando que algún día esas fronteras vuelvan a su lugar de origen, es estar preparado para siempre dar lo mejor de uno mismo en caso de que no lo hagan.

Las personas en situaciones críticas resolvemos los problemas de formas que ni siquiera sabíamos posibles. Creo que las personas resilientes – sí, yo me considero en mayor o menor medida resiliente – lo somos un poco por condición, pero mucho más por convicción. Una persona naturalmente positiva puede percibir los problemas como oportunidades, pero una persona realmente resiliente ante las dificultades es capaz de sacar fuerzas para afrontar el desafío y generar recursos internos que en otras circunstancias no hubiera generado.

Para mí, la resiliencia se edifica sobre la motivación y la serenidad.

No hay mayor motivación que echar la vista atrás y descubrir increíbles ejemplos de adaptación y perseverancia en la historia de la humanidad; y es que el ser humano ha demostrado constantemente su capacidad de resiliencia ante los más grandes desafíos. Concordarán en que es más o menos habitual leer en prensa noticias sobre las personas más longevas del mundo: hombres y mujeres de entre 105 y 115 años que han vivido los más lamentables eventos de nuestra historia, como son la primera y la segunda guerra mundial (y otros conflictos y guerras civiles entre tanto). Me emociona pensar en sus ganas de vivir, en cómo se aferran a la vida y a su derecho de ser felices. A veces pienso si para ellos, que han enfrentado tanto, la felicidad no sea solo un derecho, sino que en cierta medida se sientan en la obligación de exprimir la vida por todos aquellos familiares y amigos que no han llegado a estas alturas del juego, o que partieron demasiado pronto. Así que, ¿Qué excusa tenemos nosotros los millennials, generaciones X o Z para paralizarnos ante las dificultades y no sortearlas en nuestro camino a la autorrealización y felicidad?

Bien, es cierto, absolutamente toda la humanidad estamos sufriendo en estos momentos una pandemia de proporciones nunca imaginadas. Las estadísticas de fallecidos y las evidencias de una enorme, y creciente, brecha socio-económica hielan la sangre. Tal vez en este punto prefiera una nueva acepción de resiliencia, la de la Mecánica en su rama de Resistencia de Materiales: “es la propiedad que permite que un material recupere su forma o posición original después de ser sometido a una fuerza de doblado, estiramiento o compresión”. Wow, efectivamente esta desgracia nos está comprimiendo el corazón y doblando el alma hasta el extremo, pero como seres resilientes debemos creer en nuestra capacidad de recuperar nuestra esencia y seguir adelante.

Pero, ¿y cómo encontramos la motivación en momentos tan difíciles? En mi experiencia personal, la clave está en mantenernos serenos. La resiliencia no se trata de evitar el sufrimiento ni de mostrar siempre nuestra mejor cara ante la dificultad, sino de mantener la paciencia y la templanza mientras recibimos el golpe, analizar, reflexionar e idear nuevas maneras de volver a lo que éramos e incluso ir más allá. De nuevo, dejar de lado la rigidez – de creencias pasadas-, ser flexibles y elásticos, esto es: innovar.

Mi caso: innovación ante la crisis.

Existen numerosos defensores, estoicos convencidos, de la idea de que cuando eres emprendedor, mantenerte resiliente se vuelve aún más difícil. Entiéndase por numerosos mi mamá, mi abuela, mi hermano y demás allegados. Pero, en fin, estoy convencida de que más de un coautor, y más de un lector, de esta publicación estará de acuerdo conmigo.

Como emprendedora, llevas por bandera sentirte sola, o casi sola, desde el momento en que tiras los primeros trazos de tu modelo de negocio: te acostumbras pronto a caminar sobre el alambre de la incertidumbre, a equilibrar los limitados recursos con empuje y perseverancia y, ante un cambio inesperado de viento (léase engaños, decepciones, restricciones o COVID-19), sacar el más ingenioso instinto de supervivencia para no caer al vacío. Hay quien lo llama “innovación”.

Hablando de innovación, estos meses de “cuarentena” me han servido para discurrir y buscar alternativas para mi negocio, mientras la operación se mantenía irremediablemente parada. Y creo que he logrado importantes pasos – al menos eso dicen mi serenidad y motivación – para el renfoque y la transformación de mis líneas de negocio. Pero no ha sido, desde luego, un camino de rosas. Durante estos meses de aislamiento, he sufrido el cansancio y la frustración en mis propias carnes. Han sido muchos días difíciles y retadores que me han llevado al límite en cuanto a la toma de decisiones: subsistir de manera conservadora, hacerme chiquita, ahorrar energías; o por el contrario intentar crecer aún sobre este escenario desconocido e imprevisto. El emprendimiento es siempre un juego de oportunidad vs. riesgo, pero esta época ha añadido una variable de total incertidumbre (económica, social, mercadológica o en cuanto a hábitos consumo) que me ha quitado muchas horas de sueño.

¿Está mi negocio preparado, financiera o comercialmente, para adaptarse al nuevo escenario? ¿Realmente he construido, en tiempos de bonanza pasados, unos cimientos tecnológicos para una operación a distancia? ¿soy yo, como cabeza del negocio, lo suficientemente flexible para idear un cambio de rumbo sin que sea a costa de la esencia y los valores originales de mi compañía? y mi equipo de trabajo, ¿Cómo percibe la situación? ¿han cambiado sus prioridades? ¿están preparados y motivados para una nueva aventura?

Y así, la lista es interminable, por lo que no les voy a aburrir con otra lista interminable de respuestas. Pero lo que si me gustaría compartirles son los principales aprendizajes que este encierro me ha regalado.

En esta época, he aprendido la importancia de mantener la frescura mental, lo cual también se trabaja. Y aquí les recomiendo, más que nunca, ser autodidactas. Yo sistemáticamente hago mis breaks para escuchar la música que me gusta, y el estilo varía en función de si necesito relajarme, inspirarme o simplemente disfrutar rememorando momentos felices del pasado.

Y es que el recuerdo de tiempos mejores también ha sido clave en mi aprendizaje. Repasa los logros de pasado y lo bien que te sentiste al alcanzarlos, los talentos y aptitudes que te funcionaron aquella vez pueden ser muy reaprovecharles en estos momentos. Efectivamente, creo que la innovación debe consistir en transformar algo que ya ha funcionado, más que en construir algo nuevo desde cero.

¿Y cómo elegir los cimientos sobre los que emprender una transformación sin caer en intentar inventar la rueda? Cuántas veces he sentido perder el foco por la rutina operativa del día a día. Ahora intento recordar a diario mi verdadera pasión, aquella que dotó a mi negocio de unos valores irrenunciables y de una misión clara, y avanzar a partir de ella. Y con mi pasión a flor de piel y una misión muy presente, todo lo demás pasa un poco a un segundo plano. Pero creo que, por fin, ahora, he aprendido a desprenderme de algunas viejas creencias, como la idea de que es necesario estar presente en la operación 24/7. Este último punto tal vez sea el que más me esté constando, pero poco a poco estoy aprendiendo a delegar algo más. He dedicado mucho tiempo y esfuerzo a construir el mejor equipo y ahora es el momento de dar voz a estos profesionales y empoderarlos, tienen mucho que aportar. Eso sí, lo que sí nos toca como cabeza del negocio es seguir demostrando nuestro liderazgo, inspirar y proyectar armonía y seguridad al equipo de trabajo, a pesar de las circunstancias allá afuera. Esto se conoce como resiliencia grupal: guiar a tu equipo a que siga proyectándose en el futuro a pesar de acontecimientos desestabilizadores. Apunte: lo que a mí me ha funcionado bien en este aspecto es trabajar con ellos algunas metas a corto plazo que compensen el irremediable medio-largo plazo de cualquier iniciativa transformadora.

Por último, y creo más importante, he comenzado a dedicar parte de mi día a crecer mi positivismo y mi mundo interior. He convertido mi casa en mi templo espiritual y creatividad y, desde la paz de mi hogar, he podido trabajar mis creencias limitantes. De verdad creo que la mayoría de nuestros miedos son prefabricados a partir de viejas creencias instaladas en nuestra cabeza y que no tienen un sustento real. No nos autoboicoteemos!. El universo escucha todo, así que debemos relajarnos y comenzar a fluir un poco con la vida.

Y, por último, es indudable que gran parte de estos avances han sido posibles gracias a los medios tecnológicos a mi alcance. Hoy en día contamos con smartphone, laptop, conexiones a internet de alta velocidad, aplicaciones de especialidad a la distancia de un “click”…y todo al servicio tanto de nuestras vidas personales como empresariales. Parece que nuestros admirados ancestros también pensaron en nosotros – ellos fraguaron la revolución industrial y, de alguna manera, fueron la primera flama de la transformación tecnológica. Definitivamente hicieron nuestro camino a la resiliencia más accesible. De nuevo, nos quedamos sin excusas, empresarios del futuro.

Me gustaría despedirme transmitiendo fuerzas y buena vibra a todos mis compañeros en esta publicación y a todos aquellos lectores que abran este libro buscando algunas respuestas. De mi parte asegurarles que estoy más comprometida que nunca con mis clientes y con todos aquellos mexicanos dispuestos a dar una pequeña oportunidad a un estilo de vida más saludable. Esta infame pandemia está trayendo cientos de males y también algunas tristes enseñanzas, pero enseñanzas, al fin y al cabo. ¿Qué tal si comenzamos a voltear a ver nuestra salud y a vivir de una manera más consciente? ¿Qué tal si preparamos nuestros cuerpos para hacer frente a nuevas bacterias, virus y coronavirus, a una decadente calidad atmosférica, un estilo de vida frenético o a unos hábitos cada vez más sedentarios?

En La Otilia seguiremos esperándolos con los brazos abiertos. Somos resilientes. Somos el lugar para sentirse bien.


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