Por: Gustav Juul
CEO
AIM GROUP
“No solo somos responsables de lo que hacemos, sino también de lo que no hacemos.”
– Moliere
Un día me harté de escuchar a mis hijos decir “¡No puedo!” antes de ni siquiera intentar lograr superar un reto nuevo. Desde entonces en casa se prohibió esa frasecita limitante.
No obstante, de ninguna manera esta limitado a los niños a pensar así. Durante mi carrera como Headhunter, Fundador de RHHR Group® y Socio del Instituto Adizes® he escuchado largas explicaciones de personas que se lamentaban de que su falta de resultados obviamente era por razones ajenas a ellos y que, si las circunstancias hubiesen sido diferentes, sin duda hubieran logrado uno tras otro éxito.
Desde hace algunos años personas que se dicen “expertos de recursos humanos” han estado abogando por lograr lugares de trabajo “perfectos”. Estas personas definen que una de las funciones principales de los líderes es proporcionar a los empleados, paquetes salariales inigualables, herramientas de trabajo soñadas y entornos de trabajo óptimos para que estos, a su vez, no sientan que carecen de nada. El concepto que “venden” es que, cuando la empresa hace todo por los empleados, los empleados darán un 100% por la empresa.
Leyendo entre líneas de lo que abogan estos expertos es que, solo cuando todas las condiciones son optimas el empleado da su optimo, ¿y cuando no? …por la misma regla de tres, esta en su pleno “derecho” de dar menos.
Por mi parte pienso que es una gran equivocación animar a las personas a que piensen que es valido culpar sus circunstancias como la razón por la que tiene o no éxito y la mejor manera para fomentar una mentalidad de víctima e improductividad. En esencia, si educando a nuestros hijos y/o colaboradores a pensar que no pueden hacer su mejor trabajo en circunstancias sub-óptimas, y no somos 100% responsables de nuestros resultados ¿donde queda la resiliencia y la voluntad de superación?. La realidad es que no hay ningún plan perfecto, empresa, compañero o cliente perfecto y siempre hay menos recursos que los deseados. Nuestro papel como líderes es ayudar a las personas que nos rodean a sacar lo mejor que llevan dentro y usar sus habilidades y talentos para compensar por esas “imperfecciones” con las que nos encontramos por el camino.
Entonces, para lograr superar nuestros pensamientos limitantes debemos primero conocer lo que los limita.
¡No puedo!
Esta era la frase favorita de mis niños. Lo que pasaba por sus mentes en milisegundos era: “Tengo un reto. Podría ser un reto. No se si es un reto. ¿Qué pasa si no lo logro? Seguramente no podré. ¡No puedo! Mejor no lo intento. Mejor que me lo solucionen … ¡PAPA/MAMA! Ayúdame!”.
El “no puedo” es el pensamiento auto-limitante por excelencia. El “no puedo” te autodefine como incapacitado para lograr ese reto y a la larga crea una dependencia de que otros te van a solucionar la vida. ¡Vaya estupidez! Puede que sea la primera vez que tengas ese problema y que no sepas cómo solucionarlo, posiblemente tengas que cambiar algo, pero hay muy pocas cosas que no puedes si de verdad te lo pones.
Posiblemente vayas a fracasar algunas veces antes de lograr lo que quieres. Solo recuerda que las personas que nunca fallan son personas que nunca lo intentaron y que las personas que se dan por vencidos antes de ni siquiera intentar, nunca tendrán éxito.
Hice el siguiente trato con mis hijos: Les dije que siempre estaría para ayudarles, pero solo después de que hubiesen dicho esta frase muy Mexicana 10 veces: “!Como chingados no voy a poder!”.
Ellos son más…
Ellos son más… grandes, fuertes, hábiles, audaces, retorcidos, sucios, aventados, experimentados, ricos o con menos que perder, amigueros, platicadores, guapos, jóvenes, extranjeros, oriundos, trabajadores, listos, seguros de si mismo, suertudos, etc. Cuando pensamos eso, lo que queremos decir es que nos sentimos inferiores a ellos y no vemos como superar ese elemento, real o imaginado, de desventaja.
Te lo digo ahora, nunca dudes de ti mismo y vence a tus demonios. Como les digo a mis niños: “No me importa lo que hagan tus amigos, no te midas por lo que hagan o dejen de hacer ellos, mídete por lo que logras superar tú. Recuerda solo lo que te ayuda, escucha lo que te motiva a ser más, esfuérzate siempre a ser una mejor versión de ti mismo y nunca te rindas.” Bueno … no siempre me sale así de bien mi discurso, pero en general esa es la idea que les intento transmitir.
Estoy ocupado
Recuerdo que una mañana hace ya muchos años estaba disfrutando de mi café, revidando mi agenda y creando el plan del día. Ya había superado una hoja e iba por la segunda. Buscaba orden y estructura. Había entrado en una dinámica de cuando más larga era la lista, más me sentía necesario, valioso y activo.
Así como iba avanzando el día iba entrando un sentido de culpa por no acabar los pendientes que me había asignado a mi mismo. No tenía tiempo para nadie, mi frase favorita era ¡Déjenme en paz, estoy ocupado! Y empecé a hacer las cosas mal. Tocando fondo hablé con mi jefe y me dijo: “Te esperaba que vinieras con este problema hace unos meses, pero aguantas mucho. Lo del café esta bien, también lo de revisar tu agenda y me gusta que crees un plan del día. Tu problema es que no has aprendido a liderar a tu equipo. No has delegado ni una sola tarea a tu equipo, más bien ellos te lideran a ti.”.
Mi sueño es…
Esta es la excusa del que vive soñando. Claro, quieres ganar mucho dinero, pero ¿estás haciendo algo para conseguirlo? Quieres un mejor trabajo, pero ¿estás haciendo algo para buscarlo? Quieres ser promovido, pero ¿estás haciendo algo para que tu jefe piense que estás listo? Quieres comenzar tu propia empresa, pero ¿has empezado a hacer, aunque sea el plan de negocios que te prometiste que estaría listo en octubre del año pasado?
A la mayoría de las personas que nos rodean, no les importa en lo más mínimo si logras tus sueños o no. Ellos tienen sus propios sueños y demonios que combatir. ¿De quien depende que logres tus sueños? De ti y solo de ti. ¿Te sirve que nunca se materialicen tus sueños porque no les diste el tiempo ni el interés necesario? Tú dime.
Don Quijote y los molinos…
Durante el ultimo mes he estado haciendo un ejercicio personal de autoconciencia en cuanto a cuantas veces me quejo al día. Para ello decidí usar la técnica de cambiar mi anillo de dedo cada vez que me quejo de algo, lo que me obliga a identificar físicamente los momentos en los que empiezo a quejarme. ¿Qué he aprendido? Que siento que me quejo mucho y que en general tiendo a dirigir mi frustración hacia cosas que no puedo controlar. Después de analizar mis propias frustraciones y empezar a tener más conciencia de ellas, me di cuenta de que frustrarme por las cosas que no puedo controlar, no tiene sentido. No le hace ser más feliz.
He decidido elegir mis batallas, no frustrarme por lo que no puedo cambiar, transformar las situaciones que sé que me van a irritar en algo placentero (si hay trafico aprovecho para llamar a una persona con la que no he hablado desde hace tiempo) y en general darle menos peso a “los molinos”.
Me cansé
Tengo un buen amigo que empezó a hacer deporte de alto rendimiento hace no tanto tiempo. Entrena para triatlones y me contó que se componen de tres etapas, nadar, bicicleta y correr. Siempre hay una de las tres disciplinas que cuesta más que las otras dos y para él es la bicicleta. Me dice que un día, en vez de seguir al grupo de nivel medio que ya dominaba bastante bien, decidió pegarse al grupo avanzado. Aunque se mantenía en la cola de este grupo sin duda era mucho mas duro que a lo que estaba acostumbrado. Me dijo que a la mitad de la carrera ya tenía las piernas deshechas, pero no fue eso lo que más le costo superar, lo más duro fue combatir esa voz de adentro que le decía: “ya hiciste suficiente, relájate, no podrás, deja de sufrir, descansa en la última mitad”. En ese momento en el que verdaderamente se mide la fuerza de voluntad. Ya no importa la fuerza que te queda en las piernas, es lo que tienes en lo más profundo de ti que hace que acabes la carrera en el grupo de los líderes o no la acabes.