Por: Carmen Carreón
MAGISTRADA
TRIBUNAL ELECTORAL
“Ignoramos nuestra verdadera estatura hasta que
Emily Dickinson
nos ponemos de pie”
El Origen
Soy la hija y hermana menor de la familia Carreón Castro, nacida en un ambiente de amor, cuidado y constante idea de superación. Nuestra madre y padre nos repetían: – venimos de menos a más, los obstáculos te los pones tú misma, eres lo que piensas, si te caes te sacudes y te levantas, atrás ni para tomar vuelo, todo lo que pienses sea bueno, malo o victorioso se te concederá -. Así podría indicar tantas frases y dichos con los cuales crecí y que he aplicado y ahora replicado con mis hijos.
El ser la menor de cuatro, se pensaría que siempre fui la consentida y sí, así fue. Porque me convertí en el juguete de dos de mis hermanos y como una hija para mi hermana mayor, quien me lleva 10 años. Por ella, – aprendí a leer, a multiplicar, – a hacer mis trabajos, a ser responsable, a no dormir con tal de cumplir con las tareas, porque no habría pretexto para no entregarla. A quien acompañé a la secundaria, preparatoria, universidad y posgrado y de quien aprendí, que el esfuerzo daba resultados; ella fue una estudiante sobresaliente y quien se ha abierto camino sola en un me dio poco reconocido para las mujeres – las ciencias – Es doctora en Ciencias Químicas, y de quien estoy orgullosa por ser una extraordinaria hija, hermana, mamá, esposa, estudiante y profesionista.
Si bien ella ha sido mi ejemplo de mujer empoderada a seguir, mi elección fue estudiar por defender los derechos de las personas. Tengo tan presente que mi hermana me llevó a la Facultad de Derecho de la UNAM en Ciudad Universitaria, cuando tenía la edad de nueve años. Recuerdo estar parada enfrente de los salones que dan a las islas, y ella me dijo: “Esta será tú facultad”. La veía inmensa y me sentía tan feliz de conocer la que en el futuro sería mi escuela.
Los Estudios
Mis estudios fueron en escuelas públicas y desde que entré a la secundaria me di cuenta de que me gustaba sacar buenas calificaciones, estar en el cuadro de honor, participar en concursos de oratoria, competir por ser jefa de grupo y aprender a hacer campaña con mis compañeras para que votaran por mí y asegurar que obtendría el cargo. Estoy segura de que mucho me ayudó que mi papá, desde muy pequeña me pedía que hablara en público, que improvisara discursos y que no me importara si alguien se reía. Lo importante es que estuviera segura de mí y que la única que sabía lo que tenía que decir era yo, no importaba si se me olvidaba algo. Pero eso sí, que nunca me callara ni dijera que se me había olvidado.
En la preparatoria ya tenía muy claro que quería ser abogada y defender en especial a los más indefensos; me preocupaba que las niñas y niños fueran lastimados y no tuvieran un hogar. Por lo que decidí que mi área fueran las ciencias sociales, lo que se confirmaría con mis exámenes de orientación vocacional.
Por fin, en el año de 1995 entraría a la Facultad de Derecho de la UNAM, en el campus de Ciudad Universitaria y desde el primer semestre me esforcé por obtener un buen promedio, lo que me permitiría aspirar a tener una beca y ser de las primeras en inscribirme en los siguientes semestres. Me dediqué a estudiar, adelantar materias, entrar al Centro de Estudio de Lenguas Extranjeras (CELE), para estudiar francés y desde el cuarto semestre comencé a trabajar en una Notaría, lo que significó trabajar por la mañana y estudiar por la tarde y siempre con el fin en la mente de no bajar mi promedio, de no pensar en casarme hasta en tanto me titulara, era algo muy claro y decidido para mí.
Ejerciendo la profesión
Siempre estuve interesada en adquirir experiencia profesional, por lo que después de que me involucré en las actividades que se realizaban en una Notaría, tuve la oportunidad de trabajar en el Reclusorio Varonil Sur, en un juzgado, aprendiendo la materia penal sin saber que en un futuro me convertiría en juzgadora.
La primera vez que tuve que entrar al Reclusorio para solicitar que mandaran a un interno al juzgado, tenía que cuidar no ir vestida de color beige, no llevar joyería, sin bolsa, no llevar falda ni escote. Al estar en la entrada del Reclusorio y recibir las explicaciones para poder acceder e ir pasando los diferentes filtros de seguridad para llegar a las oficinas. En un ambiente hostil, sucio, frío, se siente que sobrevive el poder del más fuerte o del que más tiene. Fue una oportunidad para aprender y reforzar la seguridad en mí, a reconocer que el cuerpo habla y que, si sientes miedo, se percibe. Así que tuve que demostrar que la abogada que trabajaba en el juzgado era yo, imponerme ante miradas descalificantes. Al paso de los días, hasta disfrutaba entrar porque cada vez que lo hacía, era un reto y toda una aventura.
Después estuve trabajando en Delegaciones, ahora Alcaldías, en donde disfrutaba darle atención al público, el servir y resolver conflictos entre vecinos, e identificar el valor del servicio público y la importancia de dar resultados a la ciudadanía.
Cómo sí, los sueños se hacen realidad.
Me titulé de la carrera y al poco tiempo me casé, tal y como lo había determinado, dos años después me convertí en mamá de unos gemelos que pondrían sazón a mi vida. Y con disciplina, constancia y mucha fe mis hijos nacieron a los ocho meses después de que estuve desde el quinto mes en cama con amenaza de aborto. Estaba segura y confiaba que mis hijos iban a pesar más de un kilo, que estarían sanos y lograría llevarlos a buen término. Y claro que sí, se puede lograr todo y cuanto se sueña, hasta lo que crees que no está en tus manos, como lo es dar la vida a alguien.
Mi vida profesional no se detuvo con el nacimiento de mis niños, ellos son parte de mi vida y me han acompañado en cada etapa: escolar, concursos y retos que he decidido emprender. Y claro que sí, se puede ser mamá, estudiar la especialidad, maestría, doctorado y trabajar. En esta historia hay que mencionar que con quien me casé, es una pieza fundamental para compartir la responsabilidad y decisiones de la maternidad y paternidad, decisiones que pudieran llegar a impactar a nuestra familia. Ambos hemos ido determinando y acompañando en el ámbito personal, familiar, profesional y de emprender actividades empresariales. Juntos decidimos crear – Pingomanía Adventure -. Un lugar que soñábamos como papás en los primeros años de nuestros hijos. El espacio en el que tu hija o hijo entre dos hasta los catorce años se la pasen – bomba -, pero que a la vez, puedas celebrar ahí sus cumpleaños, comer rico como adulto y que todos y cada uno de los integrantes de la familia se la pasen súper divertido. Cuando mis hijos eran más pequeños, sólo existían restaurantes de comida rápida o algún restaurante con espacios muy limitados de juegos y sin supervisión de adultos, lo que no me daba confianza de dejarlos solos ni un minuto.
Pingomanía Adventure, te ofrece un lugar seguro con cámaras para estar viendo por dónde anda tu pequeña o pequeño, supervisado por personal del establecimiento sin que tú dejes de comer por estar vigilando. Es un sueño cumplido, porque como mamá siempre busqué organizar las fiestas de mis hijos en un espacio seguro, divertido, tematizando el evento de acuerdo a la edad que celebráramos como familia. Y claro que sí, se puede conceptualizar y hacer que lo que disfrutas exista. Me encanta organizar eventos, diseñar proyectos, cantar y bailar. En Pingomanía Adventure, hemos celebrado mis cumpleaños y de otros adultos aún y cuando se piense que es un lugar de niñas y niños, pero los adultos también queremos celebrar y que las y los hijos de nuestras amistades se la pasen muy bien.
El camino como juzgadora
El haber sido designada Magistrada en el Tribunal Electoral del entonces Distrito Federal, ahora Ciudad de México, me dio la oportunidad de llevar acabo la implementación de programas tales como: “Explorando la Democracia”, “Agitando ideas, jóvenes formando ciudadanía”, “El árbol de la democracia”, acciones para incluir en los procesos democráticos a las personas con discapacidad y que ejerzan todos los derechos político – electorales (votar, ser votado, asociación, integración de órganos electorales). Además de juzgar y de resolver casos, me ha interesado la difusión y capacitación de la sociedad en la participación política, porque soy de la idea que entre mejor estemos informadas e informados de lo que hacen las personas que elegimos y éstas se conviertan en autoridades, mejores decisiones tomaremos.
Después fui designada como Magistrada en la Sala Regional Especializada del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. Y claro que sí, se puede, porque después de haber participado tres veces y no haber quedado, no hay cuarto malo. Además, no importa cuántas veces me tuviera que registrar en cada convocatoria, de no quedar, me volvería a registrar; porque he aprendido que, en cada convocatoria o proceso de selección para tener la oportunidad de ser designada servidora pública, me conozco más como persona y me obligo a estar permanentemente preparada y capacitada. Es un gran honor y una gran responsabilidad realizar mis actividades, cuidando el cumplimiento de los principios de legalidad, independencia, imparcialidad, objetividad, certeza y máxima publicidad; porque cada sentencia emitida debe ser lo suficientemente fuerte para que se defienda sola, si por alguna razón es impugnada ante una autoridad superior y sometida al escrutinio público.
Estoy segura de que todo y cuanto he hecho con pasión, determinación, constancia y apoyo de familiares y amistades se materializa. Claro que si se pueden realizar los sueños y ser feliz como eres.
Por último, quiero compartir que, en mi desarrollo profesional me he identificado con un ave pequeña, veloz, símbolo de buenas noticias y buena suerte, el colibrí. Mí colibrí tiene un profundo compromiso con la sociedad, pues sus acciones están dirigidas a contribuir y consolidar la democracia, así como impulsar leyes que aseguren la igualdad y la justicia.